El paro proustiano

El panorama político, como los almendros, está hecho unos zorros. Con este tiempo extraño de primaveras e inviernos la misma semana, andan los políticos despistados y dicen que mejor esperemos a junio. Que con el buen tiempo y el verano Dios dirá. Y los españoles. Y las urnas otra vez.

Venían tan temprano los almendros con las flores este año que más que floridos parecía que estaban nevados. Y en La Mudarra yo tengo uno que sólo tiene vestida de blanco una mitad de la copa. Tiene la otra mitad con una especie de alopecia preocupante. ¡Así está el tiempo!

La primavera es un estado de ánimo que a algunos les brota con alergia. Febrero a no todos les sienta bien. Y si no ahí quedan los últimos índices de paro nacionales que hemos conocido esta semana. Febrero desapacible. En cambio en esta tierra la cosa es ir contracorriente. Baja el paro, que siempre es buena noticia y más cuando en el resto del país la media va a la inversa. Y es buena la nueva, ya digo, aunque el trabajo luego sea como los lirios: estacional y breve.

A mí los almendros me invitan a la literatura más que a estudiarme las fluctuaciones de empleo en la región. A la sombra de los almendros en flor uno besa a una novia o lee a Proust. Pero los datos económicos, puros y duros, precisamente no. Aunque más que a Proust, uno prefiere leer a Jardiel y su Eloísa… Y me entra el miedo de acabar obsesionado con colgarle un muerto a cada árbol.

Qué tendrán la primavera y los almendros que, como el muérdago, invitan a los besos. Ahí Iglesias y Domènech que nos colaron el esperpento. Así, de gratis y en horario infantil.

En las Cortes de Castilla y León también andan revolucionados los procuradores. Sin besuconerías, claro. Pero será cosa de la primavera, que ya se sabe que la sangre altera.