Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
El pacto de los Canónigos
«Treinta años no son nada. Y por eso Aznar quizá siga pensando que Castilla y León sigue siendo el granero de votos del PP de España»
Treinta años no son nada. Según a quién le preguntes. En treinta años a Aznar le creció el bigote y le ha dado tiempo a perderlo. Lo mismo que el PP, que antes tenía una gaviota y ahora nada más que le queda un charrán. Aznar, presidente de FAES y ocioso por demás, se dedica a organizar reencuentros de amigos en las tardes de verano y lo mismo se sienta con Felipe González y Zapatero en el foro de Vocento que reúne a comer al presidente, expresidentes y «papable» de Castilla y León. Aznar los reunió con la excusa de los treinta años de gobierno del PP en la región.
La bodega era Dehesa de los Canónigos. Y como Aznar, seguramente, no conducía nadie le tuvo que decir cuántas copas de vino podía o no tomar. El «pacto de los Canónigos» fue informal. La solemnidad de los Toros de Guisando ya no se estila. Después de la comida del martes «tanto monta, monta tanto» Herrera como Mañueco; que no rima pero ni la política, ni la lírica, son lo que eran. La bicefalia se pasa con vino.
Treinta años no son nada. Y por eso Aznar quizá siga pensando que Castilla y León sigue siendo el granero de votos del PP de España; aunque la cosecha venga mala. En treinta años en esta tierra sólo ha pasado el PP. Las cosechas, igual que entonces, un año vienen malas y al otro peores. Y en los pueblos sigue habiendo eco. Lo del martes, la foto de Aznar con Posada, Lucas, Mañueco y Herrera no fue el Pacto de las Azores. Fue el «pacto de los Canónigos», que es menos cosmopolita, más pegado a la tierra. Porque en esta región somos austeros hasta para el nombre de los pactos. A Mañueco le eligieron presidente del PP en primarias, pero se ratificó en el «pacto de los Canónigos». Quién sabe si le dieron su bendición para ser candidato a la Junta en 2019. Después de comer no se jugó al dominó.