Otra vez Montoro

Si el PP se ha ganado en esta legislatura el calificativo de partido antipático ha sido en buena medida por la actitud del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, quién ha demostrado su nula cintura política. Nadie duda de su preparación técnica, ni de que la situación le haya obligado a aplicar recortes muy impopulares, pero ha sido su displicencia, su desprecio por el ciudadano, su desesperante e irritante risita y su infinita soberbia, lo que le ha propiciado un rechazo generalizado, incluso entre los suyos. Sólo Rajoy y sus colaboradores parecen estar de acuerdo con sus métodos.

El último episodio ha sido la carta enviada a las comunidades autónomas que se han desviado en el déficit previsto, entre ellas Castilla y León, a las que ha reclamado importantes recortes exprés sin tener en cuenta para nada a qué dedican los presupuestos. Para Castilla y León el hachazo que prevé el ministro es de 328 millones de euros, lo que significaría tocar los servicios esenciales de educación, sanidad y servicios sociales, ya que más del 80% del presupuesto de gasto está en estas áreas. Montoro trata de culpar a las comunidades del desvío del déficit, poniendo en el saco a todas por igual, cuando hay casos como el nuestro, en los que la austeridad y el rigor en la gestión ha sido la seña de identidad.

Lo más lamentable es que un ministro en funciones quiera tomar medidas que no adoptó cuando estaba en el pleno ejercicio de sus funciones, medidas que hubieran propiciado menor desviación del déficit. Trata de echar toda la culpa a las comunidades y no es cierto. Cualificados informes señalan que Montoro adoptó medidas por interés electoral que ayudaron a disparar el déficit, como el adelanto de la rebaja del IRPF o la devolución de parte de la extra de 2012, y eso supone que la culpa no es sólo de las comunidades, sino de quién tiene precisamente la máxima responsabilidad en velar por que todos cumplan.