Antonio Piedra - No somos nadie
Nuevo lenguaje
Ha llegado el momento de poner la proa hacia la tierra prometida con un nuevo lenguaje y visos de esperanza
Con la moción de censura no sólo cayó un presidente y un gobierno, sino también un tipo de pensamiento y de lenguaje. No sé hacia dónde nos llevará esta eclosión primaveral. Entre otras razones porque los literatos tenemos un hándicap: nos resistimos a los cambios de pensamiento y de lenguaje. La razón es obvia: nos pasamos media vida formulando un canon -las reglas de lo que consideramos buena literatura-, y la otra mitad defendiendo a muerte nuestros descubrimientos e incoherencias. Y, así, como decía Santa Teresa, no se puede vivir ni en «batería», ni en «gran libertad», sosteniendo apenas las grandezas del mundo y de la vida.
Antes que nada hay que cambiar el lenguaje. En estos momentos el PP trata de reorganizarse sustituyendo a unos políticos por otros. Mal invento haría si todo el cambio se redujera a un WhatsApp con los mismos caracteres, al mismo discurso «made in Rajoy», o repitiendo el bucle que le llevó al desastre. Todo lo que no sea renovar políticas y lenguaje está destinado al fracaso. Y hay que empezar antes que nada con el lenguaje, porque en estos momentos es lo más deteriorado en política. Con ello excluimos lo que proponía Zapatero: que el lenguaje esté al servicio de la política. O lo que hizo Mao en China con una metáfora preciosa pero letal: poner en marcha el movimiento de «las cien flores» para imponer su dictadura comunista.
Sánchez acaba de inaugurar el periodo de los dos claveles, prendiéndose en la solapa el barco Aquarius de la ONG SOS Méditerránee, y las concertinas de Ceuta y Melilla. Un gran golpe de efecto para un lenguaje gastado. Confieso de nuevo mis reticencias con el lenguaje, pero aplaudo la renovación del mismo. Ni siquiera soy capaz ya de renovar los muebles de mi casa por un montón de razones inconfesables. Pero acepto con gusto que otros decoren la suya con Ikea o con el Corte Inglés. Incluso el Gobierno de Castilla y León se ha apuntado al movimiento de los claveles de Sánchez. Lo cual es lógico: el discurso de Cánovas suena a viejo y periclitado.
¿Supone esto que se vaya a solucionar el problema de los inmigrantes? Posiblemente lo agrave porque es tan dramático que no admita soluciones parciales. Pero estoy con la renovación del lenguaje en política por la misma razón que cambian los postulados en la ciencia. ¿Negaremos que el cambio de Newton a Einstein no significó un avance en la historia de la humanidad? Ha llegado el momento de poner la proa hacia la tierra prometida con un nuevo lenguaje y visos de esperanza. Si algunos políticos son incapaces de articularlo, que tengan la grandeza de Moisés que dio un paso atrás. Teresa de Jesús, siendo una mujer sin atributos, cambió el canon, renovó las leyes de la convivencia, la aplicación del lenguaje, el modo de respirar aire limpio, y el de amar a sus semejantes. Y todo aclarando «agua tan turbia» y «sin lagrimillas», decía.