Fernando Conde - Al pairo
Nuestros niños
«La frustración es algo inherente a la mala costumbre de vivir. Tanto que sin frustración quizá no sabríamos valorar en su justa medida el tamaño de nuestro éxito»
Una mamá se mostraba muy preocupada por el hecho de que su niña pudiera frustrarse en una clase de extraescolares en la que los chavalines debían construir robots y luego «echarlos a reñir», a ver cuál de ellos era el más listo, el más rápido, el más fuerte. Protestaba airadamente porque de ningún modo estaba dispuesta a consentir que su pequeña -posesión- sufriera el más mínimo revés en la vida. Quizá alguien debería haberle preguntado entonces si cuando Pepito le rompa el corazón a su niña, dentro de unos años, ella estará allí también para protestar y convencer a Pepito; o si cuando tenga que lidiar con la infinitud de adversidades que le saldrán al paso en su vida también va a ir a limpiarle los mocos de la frustración a su chiquitina. La frustración es algo inherente a la mala costumbre de vivir. Tanto que sin frustración quizá no sabríamos valorar en su justa medida el tamaño de nuestro éxito. Hoy las modernas teorías pedagógicas abogan por crear entornos idílicos para niños ideales. Eso sí, siempre que sean blanquitos, occidentales, sanotes y bien malcriados.
Me pregunto si a la madre senegalesa que viene en patera o al padre sirio que recorre a pie media Europa tirando de sus pequeños les preocupará tanto la mortal frustración que generaría en sus hijos el naufragio de la balsa o la ablación trágica de un exilio obligado. Occidente lleva décadas creando y criando generaciones de niños blanditos, hiperprotegidos, conocedores al dedillo de todos los derechos que les asisten, pero ignorantes de la mayor parte de sus obligaciones. Niños de celofán, de macrocumpleaños, de vida regalada. Lo malo es que el futuro es una cosa incierta que, quizá -esperemos que no-, ponga a nuestros pequeños a luchar con otros robots mucho más preparados para la adversidad, duchos en sobrellevar frustraciones y expertos en comerse a otros robots más blanditos, más occidentales y más sanotes.