Artes&Letras - Libros
Novedosa entrega de los diarios de Andrés Trapiello
El gran «Salón de los pasos perdidos» alcanza su décimo noveno título, «Seré duda», centrado en el año 2005. El escritor leonés se detiene con mayor detalle en las personas, las ciudades y los paisajes
Este décimo noveno tomo de la entrega de Diarios de Andrés Trapiello supone novedades literarias. Se observa de inmediato en esos seis prólogos que la introducen, y en los que insiste el autor, en ciertas manifestaciones de Una novela en marcha: «Me gustaría que vieras estos libros como lo que son, una sucesión de hechos, impresiones o confidencias».
Un bella composición plástica (una paloma sobre el tejado de una casa o la forma de una caja) abre la obra, con una particularidad: se trata de una composición pictórica de su gran amigo y maestro Gaya Nuño, muerto en el año de 2005, año en el que se encuadran los sucesos narrados en Seré duda. Suceso doloroso que genera en el autor una de las más apasionadas y extensas semblanzas de la obra. No es la única, pero tal vez sea las más querida, como se deduce de las casi veinticinco páginas que la integran.
Con todo, el lector debe acostumbrarse a esta extensión superior que se observa ahora en esta entrega de la obra de Andrés Trapiello. Las semblanzas humanas, la visión del Rastro, la descripción de ciudades, ciertos paisajes muestran trazos más detallados seguramente que en obras anteriores. Todo está dicho respecto a la condición de estas obras. A pesar de ello, advierte que «Los libros de más de quinientas páginas, si no son obras maestras, producen una notoria tristeza» (y Seré duda presenta más de setecientas). Andrés Trapiello afirma convencido en uno de los prólogos de la obra: «Me gusta pensar que escribo para esos pocos que se sienten libres, riéndose un poco de sí y de su tiempo, como niños que juegan». La obra presenta además de los temas habituales en los libros de Trapiello, apartados sometidos a un mejor aprovechamiento de las reflexiones, plasmadas en la creación de una suerte de «aforismos», como se observa en las páginas que van desde la 452 a la 456. Independientemente de visiones que varían de otros títulos (como la filmación de un documental sobre su vida o la enfermedad de su mujer…) llama la atención el tratamiento de la contemplación de ciertos tipos y ciertas ciudades, como Burgos, Santiago Cádiz, Hellín, Sevilla, Almería… con miradas muy originales. Aunque este espacio geográfico, presente en el recuerdo, ofrece una muestra distinta: el conocimiento del Norte de África, con Tánger y Tetúan, por ejemplo, y especialmente la imagen del café Haffa, una prodigiosa mirada de casi cuatro páginas. O París y Bucarest, toda una sorpresa.
Como siempre, la obra finaliza con el año en Las Viñas, con la descripción de un bello paisaje, tal vez porque «Tiene el último día del año aquí algo que no tiene ningún otro día, la ilusión de que algo acaba y algo empieza, acaso porque acaba y empieza también en un libro». Todo ello da lugar a una evocadora despedida: «Cuanto estoy escribiendo está escrito en sueños. Mi vida es sueño. La tuya también. La única certeza».