En primera línea
«No tengo miedo al contagio, pero sí un sentimiento de responsabilidad»
Arturo Rebollo, técnico de calidad primero en una empresa alimentaria
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Son una parte clave de la cadena para que la población pueda tener garantizado el abastecimiento de alimentos durante los días de confinamiento. Por eso, la industria alimentaria no ha parado en el el estado de alarma decretado por el Gobierno ante la expansión del coronavirus, que ya se prolonga durante más de un mes.
Este es el caso de la empresa de barquillos y galletas horneadas y rellenas La flor burgalesa, ubicada en Burgos. Mantiene los 115 trabajadores que posee habitualmente y su actividad es la normal porque, si hay ramas de negocio que han caído por los efectos del Covid-19 —exportaciones y hostelería— hay otras que han repuntado durante esta crisis. Actualmente, su producción se centra en el abastecimiento en las grandes superficies y en proveer a marcas blancas.
«La industria alimentaria tiene cierta ventaja en esta crisis y es que las medidas de higiene ya eran muy estrictas antes» , asegura el técnico de calidad primero, Arturo Rebollo. Los guantes o el lavado frecuente de manos son la metodología «habitual» de trabajo en el sector y en la planta burgalesa, expresa. La compañía se anticipó y ya creó «un comité de excepción» a principios de marzo a la vista de cómo iban evolucionando los casos. Eso les permitió tomar antes las medidas preventivas e ir adquiriendo medios de protección como mascarillas con antelación. «Esta visión y el sentido de la responsabilidad de los tranajadores han dado resultados positivos» , hasta el punto de que ninguno de ellos se ha contagiado por coronavirus.
Pero, además de lo inicial, se han tomado más precauciones. La entrada a los tres turnos se hace de forma «escalonada» para evitar aglomeraciones y todos los empleados pasan al acceder a las instalaciones por un puesto de control en el que se les mide la temperatura. Por ahora se cumplen los dos objetivos fundamentales: estar protegidos y el abastecimiento. «No tengo miedo al contagio, pero sí un sentimiento de responsabilidad», concluye.