Artes&Letras
«No quiero ofrecer un arte cerrado en una verdad objetiva»
El Museo Esteban Vicente salda la deuda pendiente que tenía con Alberto Reguera acogiendo la primera retrospectiva que se hace en España del artista contemporáneo segoviano en cuya obra trata de borrar los límites entre pintura, escultura e instalación
![Alberto Reguera, junto a una de sus obras expuestas en el Esteban Vicente](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2016/03/01/alberto-reguera--620x349.jpg)
Casi una década después de su primera incursión en China y otros muchos más de su llegada a París, la obra de Alberto Reguera (Segovia, 1961) recala en el Esteban Vicente saldando así el museo segoviano la deuda que tenía pendiente con uno de sus artistas más internacionales de la provincia. «El aura del paisaje» recorre la trayectoria desde 1990 a 2015 de Reguera de una forma nada usual intercalando tanto disciplinas como épocas. Así lo quiso el propio artista que, a caballo entre Madrid y París, sigue investigando convencido de que la pintura «no solamente ocupa lo que vemos, sino un espacio intangible que no vemos pero sentimos».
-Nueve años de su primera incursión en China y tres décadas después de sus primeras exposiciones en París y Bruselas llega a Segovia, su tierra, su primera retrospectiva. Nunca es tarde...
-Sí (sonríe). En China se adelantaron respecto a mi presencia en los museos y también institucional. Aquí fue la directora Ana Doldán quien me pidió hacer esta exposición y yo acepté porque para mí es un honor por dos razones: porque es mi tierra, Segovia, y también por compartir espacio con Esteban Vicente, un pintor conocido mundialmente, lo que implica una responsabilidad.
-No ha querido que la muestra siga un orden cronológico, algo aparentemente «ilógico» para una retrospectiva.
-Sí, puede ser más arriesgado, pero es que la idea, tanto por parte de Ana como por mí, era concebir esta exposición de una forma en la que se intercalasen tanto las disciplinas como las épocas.
-Comenzó de la mano de Lucio Muñoz en los talleres de arte actual. ¿Qué queda en su obra de aquella formación?
-Queda la utilización de materiales que normalmente consideramos externos al cuadro, la incorporación del relieve... Y queda también, aparte de la confianza que me dio, ese manejo de la materia de manera libre.
-Sitúa la base de su obra en la abstracción lírica francesa, aunque ha bebido también del expresionismo abstracto. ¿Hacia donde ha evolucionado?
-Ha evolucionado hacia corrientes que tienen más que ver con la posmodernidad y que se separan un poco de la abstracción lírica y del expresionismo abstracto incorporando instrumentos que en el arte contemporáneo están muy presentes como pueda ser el vidrio o la fotografía, pero siempre focalizado hacia resultados pictóricos.
-Hay quienes se empeñan en que la pintura desaparezca del concepto de arte contemporáneo.
-Sí que es verdad que es un género que algunos piensan que esta muerto, pero para nada lo está. Al contrario. Uno de mis objetivos es demostrar todas las posibilidades que nos puede ofrecer todavía. Yo creo en la vigencia del lenguaje pictóricos y le veo como uno de los más representativos en el siglo XXI, pero teniendo en cuenta todo lo que pasa alrededor; no se puede pintar igual en el siglo XXI como en el XIX. Han cambiado muchas cosas y hay que tener conciencia de todos los elementos que se han incorporado al arte contemporáneo.
«El peso de los grandes espacios, las grandes texturas y los grandes océanos de trigo me llevó a tener una visión del paisaje más esencial»
-Pese a haberse ido muy joven de Castilla, su paisaje sigue reflejado en muchas de sus obras. ¿Tanto pesa la infancia?
-La verdad es que sí, sobre todo porque hay una serie de impactos visuales que no se borran. Aparte de que en el caso de Castilla, yo tengo una serie inacabada que voy haciendo a lo largo de toda mi trayectoria. Luego, además, está el peso de lo agreste, de los grandes espacios y texturas, de los océanos de trigo que me llevaron a tener una visión del paisaje más esencial, y eso ha sido fundamental. También pienso que Segovia, una ciudad que está llena de relieves, me ayudó mucho a saber generar las texturas.
-Entiende el soporte de la obra como un límite que precisa romper. ¿Por qué?
-Porque llega una momento que, de manera natural, se ensanchan esos horizontes que quieres investigar sobre la pintura. Cuando sé hacer algo no quiero quedarme ahí, quiero volver a arriesgar. En ese sentido, lo que he hecho es precipitarme hacia exploraciones que tienen que ver con el espacio y con el volumen. Tiendo a romper ese límite porque al final la pintura no sólo ocupa el espacio que vemos, sino un espacio intangible que no vemos pero sentimos. Esas vibraciones, esas resonancias cromáticas... Es ahí donde se borran los límites entre la pintura, la escultura y la instalación.
«Creo en la vigencia del lenguaje pictórico como uno de los más representativos del siglo XXI, pero teniendo en cuenta todo lo que pasa alrededor»
-¿Y qué papel quiere que juegue el espectador en esas pinturas objeto?
-Cuando te planteas una obra que sobrepasa los límites del lienzo es normal involucrar al espectador, que navegue a través de los espacios que rodean la obra. También realizo instalaciones pictóricas que son como una familia de pinturas que se disponen de manera estratégica en el espacio donde el espectador puede navegar tanto física como intelectualmente generando con su mirada su propio paisaje de pinturas. Para mí es muy importante tener en cuenta su subjetividad. No quiero ofrecer un arte cerrado en una verdad objetiva, sino un arte abierto a muchísimas posibilidades. Cada espectador va a crear su propia pintura. Para mí es fundamental pensar que el espectador va a generar una sensación diferente a través de su mirada en su conciencia, en su cerebro.
-Una parte de la muestra está dedicada a su faceta de fotógrafo. ¿Cómo concibe este género?
- Como dijo Juan Manuel Bonet en una exposición que hice en el Instituto Cervantes de París, la concibo como un lápiz auxiliar que ha pasado de ser boceto mental a una obra intrínsicamente válida en sí misma. La concibo como el ‘flash’ exterior que me va a inspirar a partir del cual elaboraré con la pintura el paisaje interior.
-¿Cómo es su proceso de creación?
-A veces pongo música, trabajo mucho con el tema de la sinestesia, y otras me enfrento al vacío. Cuando trabajo con series me inspiro en los paisajes y a partir de ahí elaboro mi visión personal.
-Conforme han ido evolucionando ha dado una vuelta de tuerca más a ese concepto de pintura expansiva del que se habla para definir su obra. ¿Hacia dónde quiere encaminar ahora sus trabajos?
-Ahora mismo lo que estoy investigando es la convivencia simultánea de todas las disciplinas que he trabajado. La pintura expansiva tiene que convivir con una instalación pictórica y con un paisaje plano, y lo que al final creo que intento lograr es que los últimos cuadros, que vuelven a ser planos, incorporen ese volumen en el cual he ido explorando. Esa es la conclusión. Trabajar el volumen desde fuera para introducirlo desde dentro del cuadro. El espectador se zambulle en una ventana donde ve un paisaje imaginado, pero esa ventana con el volumen viene hacia ti, te interpela.
-¿Qué próximos proyectos le esperan?
-El proyecto más inmediato en el que estoy trabajando es una serie de formatos en redondo, tondos y ovalados, dándole una vuelta a la utopía y a la bóveda celeste del paisaje, que voy a exponer en Londres en septiembre, en la galería Serena Morton. Eso es mi próximo proyecto más importante. Luego también está previsto que la exposición «Blue Expansive Landscape», que tuve el año pasado en Hong-Kong y de la que aquí en Segovia se expone la pieza «Mendelssohn Sinfonie», recorra Asia.