Sociedad
Ningún anciano en soledad
Entidades públicas, voluntarios y ONG's despliegan acciones de acompañamiento a los mayores que se refuerzan en Navidad
![Jóvenes de la Asociación Cultural Prados visitan todas las semanas a los ancianos de la Residencia El Carmen de Valladolid](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2017/12/26/carmen-kspC--1240x698@abc.jpg)
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Cerca de 138.700 personas de más de 65 años viven solas en Castilla y León . En muchos casos lo hacen porque su edad no les impide, en absoluto, tener autonomía y una vitalidad envidiable y/o cuentan con gente y recursos a los que acudir si las fuerzas o el ánimo algún día flaquean. Sin embargo, en algunos ancianos, la situación deja ver la otra cara de la moneda. Son personas a las que ya no les queda ningún familiar en el mundo, que no gozan de capacidad para desenvolverse en su día a día, que no tienen a quien pedir ayuda o a los que el silencio hace mella en su cabeza, aquella en la que se van disipando poco a poco quiénes fueron antes de que las arrugas abundaran en su rostro. Para ellos, tanto para quienes están en sus casas como para aquellos que viven en residencias de la tercera edad, son muchas las iniciativas que tratan de llenar ese hueco, con apoyo, sonrisas y conversación.
Más allá de las distintas actuaciones que las administraciones llevan a cabo para que la tercera edad no quede en desamparo y tenga al alcance todos los servicios, colectivos, ONG o entidades públicas han emprendido actuaciones particulares para atajar al demonio de la soledad desde un punto de vista más humano. Algunas de ellas se desarrollan durante todo el año, convirtiéndose sus actores en casi familia de la persona mayor; y en otros, se circunscriben a la Navidad, fechas especiales en las que los seres queridos, ya sea sonriendo o enredando al rededor, se echan de menos más que nunca.
Los abuelos «apadrinados» de Prados
Cruz Roja y la Asociación Cultural Prados son dos de las entidades que en Castilla y León ponen en marcha este tipo de iniciativas. A esta última pertenecen Esther, Clara y Alejandra, de 14 años; Elena, de 15, y Mayte, de 19. Son cinco de las voluntarias que una vez a la semana pasan la tarde en la Residencia Nuestra Señora del Carmen, en Valladolid . Allí «apadrinan abuelos» gracias a una iniciativa que tres de estas adolescentes presentaron durante un campus nacional de emprendimiento celebrado el pasado verano y por la que fueron premiadas. La actividad, que desarrollan desde que comenzó el curso en dos centros residenciales de la capital vallisoletana y en tres casas particulares, ha supuesto que aumente el número de participantes que se incorporan a ella porque «las niñas la conocen y ven que hay una necesidad», asegura la coordinadora del programa, Pilar Revilla.
«Son muy saladas, simpáticas, y además me quieren»
En El Carmen, Tomasa conversa con «mis niñas», que es como llama a las voluntarias, de las que dice que «son muy saladas y simpáticas», mientras mira a Esther que a sus 14 años asegura que «nos lo pasamos bien hablando con las abuelas». Eladia, de 102 años, va más allá y afirma rotunda: «¿Cómo no me va a gustar que vengan si son simpáticas y además me quieren?». Mayte, la mayor del grupo de Prados, que se esmera en hablar a Maruchi (84 años), se muestra entusiasmada con una labor que «te ayuda a darte a los demás, pero también ves la alegría con la que te reciben». Y es que sorprende ver como estas adolescentes regalan su tiempo a unos mayores con los que «queremos estar, porque están muy solos», dice Elena, pero, a cambio, «conocemos otro tipo de vida, nos hablan de su familia, de su pasado...», añade Clara y, lo mejor, en palabras de Alejandra, es comprobar como «se acuerdan de ti y te esperan».
![Juan, junto al voluntario de Cruz Roja, Pedro](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2017/12/26/cruz-roja-kspC--510x349@abc.jpg)
Cruz Roja le ofreció a alguien con quien charlar
Lo mismo le ocurre a Pedro. Hace cinco años sonó el teléfono de este voluntario de Cruz Roja. Al otro la línea, le invitaban a conocer a Juan. «Te va a encantar. Quiere a alguien para hablar con él». El encuentro tuvo lugar y hoy ya no son «usuario y voluntario, ahora somos amigos», reconocen. Todos los miércoles quedan para pasar el rato. Podría no tener mucho valor así dicho pero a los dos les cambia la cara cuando hablan el uno de lo otro. Sus tardes son ya citas imprescindibles para ellos, como para las decenas de ancianos en la Comunidad a los que la organización busca quien les ayude a cubrir necesidades.
«El tiene mucho que enseñar y yo mucho que aprender»
En el caso de Juan necesitaba hablar. Hace tres años murió su mujer, cuya voz, grabada en un vídeo, le relaja escuchar antes de irse a la cama. Es todo lo que se pone en la tele junto a alguna película del oeste. Cuenta con dos personas que le ayudan en casa y amigos que van a visitarle y en sus tiempos libres ha escrito nueve libros desde que empezó su enfermedad. «Si os regalan el Parkinson agradecerlo pero no lo aceptéis», asegura, con un sentido del humor que está siempre presente en él. Darle esa conversación que requería es para Pedro un placer. Por ello anima a implicarse en estas acciones que son «más que gratificantes». «El tiene mucho que enseñar y yo mucho que aprender», dice con una mirada sincera de esas en las que el orgullo conquista la pupila, mientras los ojos de su «amigo» responden agradecidos.
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