Nieto: «El límite de la libertad de expresión hoy lo pone quien se siente ofendido»

El humorista gráfico de ABC teme que en esa línea «no se pueda hacer chistes de nada»

Los humoristas gráficos, sentados bajo sus nombres, junto al moderador de la charla, José F. Peláez F.HERAS

Clara Nuño

Dice JM Nieto, humorista gráfico en ABC, que las viñetas de suicidios son un género en sí mismo. «Es un sketch que lleva haciéndose toda la vida. Una plantilla, una pauta, una sátira sobre la torpeza humana hasta en el mayor momento de desesperación», explica el dibujante durante la charla de clausura de la primera jornada del I Congreso Internacional de Periodismo en el auditorio Miguel Delibes de Valladolid. «Dibujé dos monigotes, uno que se iba a tirar de una cornisa y un viandante que le grita para decirle que no se tire, que la vida es bella y le da una razón para que no se tire con tan mala suerte que el que se iba a matar le da más razones para tirarse», declara para relatar que, al día siguiente, una asociación de víctimas de intentos de suicidido de salud mental le protestó porque «estaba trivializando el sufrimiento» de las personas que han intentado acabar con su vida. Nieto, entonces, recuerda que «el humor es la cortesía que se le hace al sufrimiento» . Una práctica -la de la broma- que ha protagonizado desde las viñetas del laureado dibujante español Antonio Mingote hasta el ejemplo contemporáneo del cómico músical norteamericano Bo Burnham.

«Como ahora, el límite de la libertad de expresión que se quiere poner es la sensibilidad de quien se siente ofendido, no se pueden hacer chistes de nada» , protesta el viñetista antes de ser contestado por sus dos compañeros de coloquio, los también dibujantes Rafael Vega (‘Sansón’) de El Norte de Castilla y César Oroz, de El diario de Navarra: «Creo que tenemos que asumir que esto es lo que hay, que llevamos una mochila, como cómicos con la que hay que tirar para delante», replica Oroz. «Lo que no podemos pretender, por nuestro oficio, es controlar que nuestro chiste pueda ser malinterpretado o que alguien pueda sentirse ofendido por él. Yo no controlo eso y no debo pensar en ello ni, en el momento en el que estoy haciendo el chiste, pensar que podría ofender a un colectivo u otro», añade Sansón.

Es una reacción amplificada por las redes sociales, convienen los tres. Antes la crítica se hacía igual pero no llegaba a oídos del autor concreto. «La gente lo comentaba en el bar y pensaba 'vaya imbécil este, no lo voy a volver a leer'. Y ya está», opina Oroz para subrayar que tampoco hay que culpar a las redes sociales, «son una herramienta más, como otra cualquiera. También sirve de altavoz para tu mensaje», observa.

Sin embargo, señala de nuevo la tríada unánime, e l problema del humor «nunca» será el público sino los poderes políticos y económicos . Siempre la política. Ahí está la censura cuando la hay. «Ya veis, somos humoristas y no hemos sido graciosos», comenta jocoso Nieto. Y los tres ríen.

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