Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Náufragos y huérfanos

«Alcántara demostró que desde provincias se puede seguir haciendo el mejor articulismo de España»

ABC

Una columna de catorce versos. Despedir al maestro en un soneto. Si el periódico no obligara a llenar enteras su páginas… Si hubiéramos aprendido a escribir sonetos en prosa, que son las columnas mejores que escribió Manuel Alcántara . Porque Manolo era poeta. Poeta en su Málaga del alma. Y con él se ha muerto un siglo entero . Se han muerto del todo los amigos que le precedieron. Un periodista de mundo con vocación de esquinarse en el mapa. Porque Alcántara demostró que desde provincias se puede seguir haciendo el mejor articulismo de España. Este género tan nuestro donde al menos la intención, como en el boxeo, es de ganar por KO. Y Manuel desde la lona nos ganaba cada mañana con ese humanismo literario de quien sabe que la percha es una excusa y la actualidad algo para contentar a los directores. Lo importante es hablar al hombre. A Manolo no hay que buscarle percha de actualidad o traerle a lo regional.

A Alcántara me lo puso Jesús Nieto por primera vez al teléfono cuando yo estrenaba columna en este periódico. Me lo puso una tarde después de comer como para que me bendijese con su magisterio omnipotente. Y con su voz profunda me dio su bendición y me dijo que fuese a verle, que nos invitaría a una copa. Y siempre tendremos ya una copa pendiente. Tener pendiente un dry martini con Manuel Alcántara es, seguro, la inmortalidad literaria.

Este columnismo que se muere porque era al maestro Alcántara al último al que los periódicos le aceptaban versos en mitad de una columna. Ya sólo queda Raúl, que no es poeta, pero es el heredero de todas las estirpes. Y a todos les une Ruano .

En La Mudarra, donde escribo pesaroso sabiendo que se ha muerto Alcántara, la tarde con viento trae olas de secano. Y «el agua se pone triste / con mi naufragio por dentro». Porque con los versos de Manuel uno aspira a «echarse novia formal» y recitárselos despacio como una excusa para leerlos nuevamente . Mirarle era mirar a todo ese siglo de escritores que se ha muerto con él y en su memoria. A sus noventa y un años se había quedado tan delgado porque estaba ya hecho todo de literatura. De toda las páginas que había escrito y las que le dejaron en herencia sus amigos. Manuel era cada día más todo literatura escrita con letra muy menuda.

Mirar a Manuel Alcántara era ver a César González Ruano . Los dos confundidos en el bigote que, siendo distinto, era ya el mismo. Y sin el espejo de Manolo, y su literatura, no sabemos donde mirarnos los columnistas que esta semana nos quedamos huérfanos. Como un naufragio por dentro nos morimos. Y con la muerte de Alcántara se nos han muerto todas las columnas que hemos escrito. Incluso, un poco también, las que tenemos aún por escribir.

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