Myriam Cortés: «Aún es difícil hacer confluir los criterios de políticos y universidades»
Sobre la reordenación del mapa universitario cree que hay «trabajo por hacer»
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Llegó con aires nuevos para una institución académica que ha logrado ser referencia en campos como la comunicación, la informática o el sanitario. Esta gallega aboga por un impulso de la investigación.
-¿Cuáles son los retos académicos de esta nueva etapa?
-Son muchos porque estamos inmersos en una legislación que está en el aire. Hay titulaciones que todavía no sabemos cómo van a quedar, como Psicología. Otro reto importante es la investigación. Estamos organizando cursos de formación para profesores para que sepan rentabilizar sus investigaciones, dotarles de más tiempo para ello, y esto para alcanzar mayor excelencia.
-Se va a primar la investigación en todas las facultades.
-Sí, es fundamental. Es excelencia académica. Todos los profesores deben ser buenos docentes y para ello la investigación es fundamental.
-La relación con la Universidad de Salamanca es clave. ¿En qué se va a centrar?
-Estamos iniciando conversaciones. Tenemos prevista una reunión, sobre todo para pactar nuestra colaboración en el VIII Centenario de la USAL, sobre cómo la Pontificia puede apoyar en este centenario esa gran fiesta que es de toda la comunidad universitaria. De momento se va a centrar en eso, con independencia de otros aspectos y convenios que podamos desarrollar.
-¿Existe la posibilidad de poner en marcha algún título común entre las dos?
-De momento no hay nada previsto en este sentido, quizá con los nuevos títulos pueda surgir algo, pero de momento no.
-¿Con esta nueva reordenación y las nuevas políticas académicas es rentable mantener títulos con un número casi testimonial de alumnos?
-Depende de qué título sea. En nuestro caso los títulos con un número escaso de alumnos son en las facultades eclesiásticas y tampoco son tan escasos como podría parecer. Pero estas facultades son la razón de ser de esta Universidad y por definición somos Pontificia. Son facultades pequeñas con un número mínimo, pero ahora mismo en Filosofía, que es de las más pequeñas, puede haber unos 100 alumnos en todos los cursos. No son rentables económicamente, pero prestan un servicio fundamental. El resto de facultades son rentables económicamente y no se van a suprimir.
«El nuevo mapa es una cuestión que no sólo está en manos de la Universidad, sino también de la política»
-¿Es partidaria de una nueva reordenación de las titulaciones universitarias en Castilla y León?
-No tengo una opinión formada sobre ello. Estuve en una reunión de rectores en la que se trató el asunto y no hay una opinión clara de que el camino que se decida vaya a ser el adecuado, hay muchas implicaciones y es una cuestión que no sólo está en manos de las universidades, sino también de la política y es una mezcla un tanto inmezclable. Estamos pensando todavía en qué es lo mejor. Por el momento es difícil confluir los criterios de las universidades y de los políticos. Todavía estamos en pañales.
-Durante un período, la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior fue el gran reto de las universidades. En este momento ¿por dónde pasan los planes internacionales de la Pontificia?
-Seguir creciendo. Estamos expandiéndonos bastante, sobre todo a nivel de doctorado y postgrado en Iberoamérica, que es dónde más nos demandan. Recientemente hemos firmado un convenio con una universidad polaca y vamos a iniciar un programa nuevo con Guatemala, también en Perú. Sobre todo nos interesa el ámbito Hispanoamericano, sobre todo porque allí los títulos pontificios tienen mucho valor.
-¿Ese carácter católico de la Universidad es un hándicap o un valor?
-El ser católica es un valor clave para la Universidad. No tendríamos sentido sin ello. La transmisión a través de nuestro ideario de lo que es el humanismo cristiano es lo mejor que podemos aportar a la sociedad.
-¿Cuáles son los otros fuertes de la Pontificia que la diferencian del resto de centros de su entorno?
-Su tamaño. Es una universidad pequeña, cercana al alumno y muy abierta a sus necesidades, además de la posibilidad de otorgar también los títulos pontificios como un valor añadido.
-Durante un tiempo, estudiar en la Pontificia estaba asociado a un rol elitista por el coste de sus facultades. ¿Se ha conseguido desterrar esa idea de la sociedad?
-Creo que ya no existe esa idea. Es verdad que los precios de la Pontificia son más caros que los de la civil, pero quitando la comparación con las universidades estatales, con las que no podemos competir en este campo, nuestros precios son bastante populares comparados con los de otras privadas. Los precios son necesarios para que las facultades sean viables y para que las ganancias reviertan de nuevo en los alumnos.
-La reclamación de una mayor aportación económica de fondos públicos ha sido una constante de todos los rectores. ¿Qué opina en este sentido?
-Partiendo de la libertad de educación, ese deber constitucional incluye a todos y la posibilidad de elegir viene mermada muchas veces por la falta de recursos económicos. Creo que el Estado debería favorecer el pluralismo y colaborar con las distintas opciones educativas, aunque esto no quiere decir que deba sostener las universidades privadas, pero sí poner las condiciones para que los derechos de los ciudadanos sean efectivos. Sí lo reclamaría, pero no como una prioridad. Nosotros tenemos becas, pero no podemos permitirnos el lujo de darle a todo el mundo esas ayudas. Hay también una confusión porque somos una universidad de gestión privada, pero somos pública, abierta a todo el mundo y aunque no podemos dar las mismas ayudas que las universidades del Estado, tendríamos que recibir más apoyo.
-¿A qué se debe que las universidades españolas hayan bajado puestos en el ranking europeo de calidad?
-Imagino que a la proliferación de universidades estatales en todos los lugares. Soy gallega y cuando estudié derecho tuve que ir a Santiago de Compostela, porque sólo lo había allí en Galicia y ahora está en La Coruña, en Orense... Esa proliferación de centros y la enseñanza on line ha dispersado un poco todo.