Antonio Piedra - No somos nadie
Las mañuecas de famosa
«La noche de los alcaldes -el de Salamanca contra el de León- se ha saldado con un montón de desencuentros (...) con una parva de damnificados»
Desde el mismo viernes por la noche, cuando se supo la aplastante victoria de Alfonso Fernández Mañueco sobre Antonio Silván -un 67% es demasiada tentación para que una constrictor afloje la presión por las buenas-, los castellanos y leoneses, como meros expectantes de una confrontación partidaria , se toparon con el futuro inmediato que les acecha, y además sin comerlo ni guisarlo. Razón contundente que cobra sentido por dos causas. Primera, porque en política, ay de los vencidos , los restos como las traiciones nunca se reciclan. Y segunda, porque el PP de la Meseta, siempre tan experto en estrategias bien hilvanadas, acaba de introducir en su caladero de votos, esta vez adrede, el fatídico caballo de Troya.
La noche de los alcaldes -el de Salamanca contra el de León- se ha saldado con un montón de desencuentros y, lo más grave de todo, con una parva de damnificados. Los 1.905 votantes de Antonio Silván son ahora apenas supervivientes abstractos dentro de una marea de gaviotas que se dirigen de los despachos de Génova al idílico colegio de la Asunción. Unanimidad a la búlgara que a unos les ha dejado aparcados directamente en los arrabales de la comarca leonesa de Babia, y a otros -a los miles de militantes que no pudieron votar porque Maillo es licenciado en ornitología y experto en la sección de anillar pájaros- sin alas y sin sueños. Un desplume en toda regla, si hacemos caso al abulense Antolín Sanz: «No se pueden hacer peor las cosas».
Se hayan hecho las cosas bien o mal, yo qué sé -la plebe se enterará sin que pase demasiado tiempo por lo que ocurra en el congreso del mes de abril-, lo cierto es que se masca una rara sensación en el ambiente : las urnas no están en las condiciones más óptimas para soportar nuevas aventuras de arte y ensayo. Dependiendo de los bandos en liza, estaríamos, según los más pesimistas, ante la escenificación de una película de terror protagonizada por el «mañueco diabólico». Y según los cofrades de observancia estricta, afectos al genovismo estructural , nos hallaríamos, paradójicamente -y lo digo porque no son fechas pues en pocos días empieza la Semana Santa-, ante un coro de villancicos entonado por «las mañuecas de famosa» que van en fila hasta el portal.
Al votante que no es de partido, este movimiento de tropas ni le gusta ni le disgusta. Lo ve desde la barrera y se desconcierta. Percibe tan sólo eso que llama Kant fenomenología general: que de ahora en adelante los lazos entre Génova y Salamanca serán todavía más estrechos de lo que han sido. Tanto que los partes de retreta los firmará con pamplinas Maillo como comandante en jefe. No hay, por ahora, ningún consejo para el ciudadano de a pie ante el inevitable choque de trenes que se avecina. A no ser el que dio Gruocho Marx : tronco, si «tu futuro depende de tus sueños, ¡no pierdas el tiempo y vuélvete a dormir!».