Lo malo conocido

Como ha ocurrido siempre en España, nadie ha perdido las últimas elecciones. Si los políticos fueran futbolistas, seguro que dirían que de la Eurocopa de Francia no nos ha echado Italia: fuimos nosostros quienes quisimos irnos para no molestar. Hay que reconocer que no nos gusta reconocer ninguna derrota y que somos como el «Joker» de Batman o como el viejo hidalgo castellano, con una sonrisa permanente, de cara a la galería, o con migas en la barba, que lo único que aseguran es el no haber comido en semanas. Pero así es nuestra esencia española, nuestro orgullo estúpido, nuestra dignidad impostada.

Este diario publicaba una noticia de esas que se confunden entre el tráfago de la actualidad y la inflación informativa. Venía a decir que si solo hubieran contado los votos de quienes, siendo castellano y leoneses de raíz, residen fuera de nuesra comunidad, el aporte electoral de Castilla y León a las elecciones del 26J hubiera sido de muy distitnto tenor. Unidos Podemos hubiera obtenido mucho mejores resultados y los partidos hegemónicos bastante peores. Es decir, que el PP, como claro ganador de facto, no debería caer en la falsa complacencia de haber llegado a octavos de final, sino analizar por qué se ha quedado tan lejos de ganar una final que hace cuatro años fue pan commido.

Sin embargo, es muy probable que quienes hayan de llevar a cabo esa labor de análisis en el partido azul se conformen con un triste y engañoso «de momento hemos ganado... tiempo». Porque el tiempo es paso de nuestra conciencia por la eternidad (JRJ dixit), y resulta bastante triste que todo se reduzca a ganar tiempo a costa de un «más vale lo malo conocido». Muchos votantes, de momento, han preferido ese «malo conocido», pero hasta ese malo algún día también fue «lo bueno por conocer». Y lo malo es que aquel bueno está lleno ya de demasiadas caras conocidas hasta el hartazgo Feliz verano.