Artes&Letras / Libros

Lumen: germen burgalés, devoción por Delibes, Carmiña y el hallazgo de Garzo

La editorial ha mimado en su catálogo a tres escritores de Castilla y León. En sus reeditadas memorias, Esther Tusquets dejó ver su predilección por los autores de «Viejas historias de Castilla la Vieja», «Entre Visillos» y «El lenguaje de las fuentes»

La editora junto a Carmen Martín Gaite en un encuentro de escritores en Nueva York ARCHIVO CARMEN MARTÍN GAITE

C. MONJE

Lumen celebra su sexagésimo aniversario, seis décadas de ediciones, hallazgos literarios, autores extranjeros descubiertos para los lectores españoles y colecciones míticas. Pero el germen de la editorial hay que buscarlo más atrás en el tiempo y en un proyecto bien diferente surgido no en Barcelona, sino en Burgos. Las ediciones conmemorativas rescatan ahora el testimonio de la mujer que «transformó» el sello, su directora durante 40 años, Esther Tusquets.

«El reverendo Juan Tusquets, más tarde monseñor Tusquets, que había estado en contacto en el año 36 con los militares amotinados y mantenía relaciones con Franco, había conseguido, al comenzar la guerra, huir a Burgos, y había iniciado allí una editorial de libros religiosos», escribe en Confesiones de una editora poco mentirosa. Ella misma se pregunta qué llevaría a su tío por rama paterna, «el hermano mayor de la encopetada y ultraconservadora familia», a emprender una empresa semejante «cuando se luchaba en todos los frentes y la gente moría a mansalva y había sin duda cometidos mucho más apremiantes». Tal vez el sacerdote obsesionado con la masonería actuó movido por la urgencia de contestar con «textos piadosos» a «las nefastas enseñanzas ateas y librepensadoras» de los republicanos, se responde con ironía.

El caso es que al terminar la guerra el sacerdote regresó a Barcelona y con él su editorial, que adopta entonces el nombre de Lumen, dirigida por uno de sus cuñados y con capital de otro de los hermanos. El padre de Esther Tusquets la adquiere en 1959. «Funcionaba por sí sola, a base de los textos de religión para todos los cursos de bachillerato, que tenían una salida anual fija y segura, y de un best seller curiosísimo (...), A Dios por la ciencia». Y le propuso a quien luego Carmen Balcells llamaría «la gran dama de la edición» que eligiera otro tipo de obras para el catálogo.

«Una editorial fundada en el año 36 para defender los valores de la España cristiana, reaccionaria y tradicional iba a convertirse en la década de los sesenta y setenta en una de las editoriales formalmente comprometidas en la lucha contra el franquismo», y en una familia de «ateos», resume Esther Tusquets en sus memorias.

el «amigo» delibes. La reedición del testimonio de la editora por el 60 cumpleaños de Lumen reproduce en su portada una fotografía de Esther Tusquets con Miguel Delibes. No es casualidad. El escritor fue importante para el sello y para su responsable, a pesar de su fidelidad a Destino. Como más tarde lo serían también la salmantina Carmen Martín Gaite y otro autor vallisoletano, Gustavo Martín Garzo.

La editorial católica fundada en Burgos terminó comprometida en la lucha contra el franquismo

Cuando Lumen preparaba la memorable colección Palabra e Imagen «en la lista de escritores» figuraban «dos nombres insoslayables: Miguel Delibes y Camilo José Cela». Esther Tusquets dedica al autor de El hereje un elogioso capítulo de sus memorias. Confiesa que la respuesta del novelista a su invitación a formar parte de la serie: escribir un texto sobre la caza de la perdiz roja, no pudo sorprenderla más ni gustarle menos. Pero el narrador, preocupado por los resultados de caja de dos «jovenzuelos tan bien intencionados como insensatos» (ella y su hermano Óscar), creía que el resultado podría ser rentable.

«Delibes se preocupaba entonces y se sigue preocupando cuarenta años después por los demás, es un amigo de lealtad inquebrantable y posee esa cualidad hoy tan devaluada -tal vez por el abuso que se ha hecho de la palabra- que llamamos solidaridad. Podríamos decir que Delibes es un hombre bueno, pero precisando que eso no significa que sea un hombre inocente, ni fácil, ni que haya tenido jamás una imagen amable del mundo y de la gente», señala la editora, quien intuía en Ángeles, mujer del escritor, un contrapeso para «suavizar y mediatizar su contacto con la realidad». «Parecía una de esas mujeres que, si el mundo por accidente se parara, sería capaz de ponerlo de nuevo en marcha».

Sobre Miguel Delibes. «Podríamos decir que Delibes es un hombre bueno, pero precisando que eso no significa que sea un hombre inocente, ni fácil, ni que haya tenido jamás una imagen amable del mundo y de la gente»

Sobre Carmen Martín Gaite: «Lo cierto es que, pese a un par de incidentes conflictivos y algún breve desencuentro, rápidamente superados, fue una hermosa relación que duró más de veinte años»

Sobre Gustavo Martín Garzo: Descubrir a Martín Garzo (...), discutir con él sus libros, mimar la edición de sus obras, ha constituido una de mis grandes satisfacciones profesionales y personales

De ahí surge La caza de la perdiz roja, con fotografías de Oriol Maspons. La revista Destino utilizó una de las imágenes para hablar de los libros de caza de Delibes, sin alusión alguna al editado por Lumen, lo que provocó una «pelea profesional». El vallisoletano defendería a Esther Tusquets en su correspondencia con su editor de siempre, José Vergés. «Delibes, que rinde un culto inmenso a la amistad, estaba desolado (...) Su amistad conmigo le ha llevado, entre otras muchas cosas, a ceder generosamente un libro para la nueva editorial que acaba de crear mi hija, Tres pájaros de cuenta y tres cuentos olvidados», le agradece Tusquets.

El éxito de La perdiz les animó a sacar otro libro en Palabra e Imagen, el mítico Viejas historias de Castilla la Vieja, con fotos de Ramón Masats, que alabaría Pablo Neruda: «Le encantaron, dijo, ‘el admirable texto y las bellas fotografías’». La amistad se mantuvo hasta el final, Esther Tusquets celebra que al escritor, ya enfermo, recibiese «cariño, mimo, respeto, cuidados» de «hijos, nietos, parientes, amigos, conocidos, gente que sólo sabe de él por su obra»; y rubrica sus recuerdos sobre él con un rotundo «Te queremos, Miguel. Mucho».

CARMIÑA. En el caso de Carmen Martín Gaite, la relación tuvo algún altibajo. «Lo cierto es que, pese a un par de incidentes conflictivos y algún breve desencuentro, rápidamente superados, fue una hermosa relación que duró más de veinte años».

Esther Tusquets y Miguel Delibes en uno de sus encuentros ABC

Se conocieron en una sala de fiesta madrileña y afianzaron su amistad en la casa del padre de la editor en Cadaqués. Reeditó su ensayo Usos amorosos del siglo XVIII y le pidió un cuento para niños destinado a la colección Grandes Autores, una propuesta que inicialmente rechazó la salmantina por no haberse acercado nunca la literatura infantil. Finalmente cambió de opinión y la propia escritora lo celebró. «Desde que acabé El cuarto de atrás, no había gozado tanto escribiendo una cosa, ni me había sentido tan en vena y tan divertida», le confiesa. «El cuento, muy bonito, muy distinto a lo que se publica habitualmente para niños, se llamó El castillo de las tres murallas, y Carmen Martín Gaite escribiría otros dos libros infantiles más», escribe Tusquets.

La sintonía entre ambas, de la que el testimonio de la editora da prueba con cartas de la salmantina «espontáneas, sinceras, directas, (...) con tan pocos tapujos como ella», duraría hasta la muerte de la autora de Entre visillos.

lA «SORPRESA» DE GARZO. Asegura Esther Tusquets que el «momento sublime» (y «poco frecuente») para un editor es abrir el original de un perfecto desconocido y toparse con una obra importante, para precisar a renglón seguido: «A lo largo de mis cuarenta años de profesión, habrá ocurrido como mucho una docena de veces. Y entre todos los casos tiene un relieve especial, viví con especial ilusión, dos: El lenguaje de las fuentes, de Gustavo Martín Garzo, y Fragmenta, de Javier Pastor».

Confiesa que en la segunda página de la novela del vallisoletano ya tuvo la certeza de encontrarse ante «algo muy especial». La leyó de un tirón hasta las tres de la mañana, «histérica, intentando deducir quién era el tal Martín Garzo» (entonces aún inédito en una gran editorial). Localizó al autor al día siguiente para atar la obra a la colección Palabra en el Tiempo y ganaría el Premio Nacional de Literatura en 1993.

Martín Garzo ha contado que entonces se deprimía con las negativas de las editoriales y que no podía creer que su nombre fuese a aparecer en aquella colección en la que había leído a algunos de sus autores favoritos y en una editorial que amaba.

Gustavo Martín Garzo EFE

Después llegaría Marea oculta. Tras darle muchas vueltas al título apareció con el propuesto por la poeta y mujer de Garzo, Esperanza Ortega (Tita). «Para Gustavo lo que decía Tita iba a misa, cuanto hacía Tita estaba tocado por la gracia», señala la editora antes de añadir: «Quiero subrayar que, aunque muchos hombres se las den de feministas, apenas he conocido a ninguno que nos entienda, nos valore y nos respete como Gustavo, y ni a uno sólo que, al citar sus preferencias literarias, dé tantos nombres de mujeres».

En su etapa en Lumen todavía saldrían dos novelas del autor: La vida nueva, y El pequeño heredero, considerada por Esther Tusquets como «una de sus mejores obras». «Descubrir a Martín Garzo (‘descubrir’ hasta cierto punto, pues forzosamente tenía que ser muchos los que sabían ya de él, y, en cualquier caso, un talento como el suyo no iba a permanecer largo tiempo oculto), discutir con él sus libros, mimar la edición de sus obras, ha constituido una de mis grandes satisfacciones profesionales y personales», confiesa.

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