Luis Jaramillo - Punto de vista

Tiempo de Navidad

«Estas navidades el verdadero problema yo no lo veo en la hostelería, lo veo en nuestros hogares, en la intimidad de unas reuniones que debemos evitar y que, si se producen con la normalidad de otros tiempos, vamos pagar muy caro en términos de vidas»

ICAL

Apagada la ilusión que generan las voces de los niños de San Ildefonso, el verdadero premio de la Navidad llega este año en forma de inyección. El domingo, si todo sale según lo previsto, llega la vacuna frente al Covid y con ella la esperanza de que esta pesadilla empiece a difuminarse. No será tan rápido como deseamos ni nos permitirá la ansiada normalidad ya, pero si será el camino hacia ella. Lograrlo no solo es cosa del galimatías de normas que nos dictan, sino que en buena medida está en nuestras manos.

Los datos de estos días en Castilla y León nos hacen contener la respiración porque amagan con un incremento de contagios que aparecen como ese fantasma de la Navidad que tanto rechazamos y que solo está en nuestras manos ahuyentar. Es un año diferente y tenemos que ser conscientes de ello. Hemos de prescindir de algo que está en nuestras vidas desde siempre y parece que no somos capaces de interiorizar que no podemos tener los encuentros, reuniones y cenas y comidas familiares tan tradicionales en estos días. Sí podemos hacerlo. Es más, tenemos que hacerlo, por egoísmo personal y colectivo y por los más vulnerables de los nuestros que son a quienes ponemos en riesgo, incluso de sus propias vidas.

Estas navidades el verdadero problema yo no lo veo en la hostelería, lo veo en nuestros hogares, en la intimidad de unas reuniones que debemos evitar y que, si se producen con la normalidad de otros tiempos, vamos pagar muy caro en términos de vidas y en términos económicos, la otra gran pandemia que nos va a costar mucho tiempo superar.

Mañana comienzan unos días que este año, más que ningún otro, deben ser de encuentro con nosotros mismos, unos días en los que tal vez debamos hacer un esfuerzo por recuperar un espacio para la reflexión sobre un año muy complicado y para esperar a que nos llegue la hora de la vacuna que tantos deseamos. Tiempo para pensar en los demás y eso significa ponernos las dosis que nos van a ayudar a protegernos, también los unos a los otros, porque no hay nada más insolidario que esperar a ver qué pasa en los demás, para entonces que me la pongan a mí. Un signo más de una sociedad egoísta que cada vez se aleja más del espíritu real de la Navidad por la que tanto dice suspirar.

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