Llenando Escuelas: alma de héroes pese a las circunstancias adversas
Un proyecto de la Casa Escuela Santiago Uno de Salamanca ha sido premiado por la Red Española de Aprendizaje-Servicio por su trabajo de cooperación al desarrollo de Marruecos
![Participanets en uno de los viajes organizados por esta Casa Escuela a Marruecos en verano, donde rehabilitan escuelas y dispensarios sanitarios](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2018/12/20/marruecos1-U309244471970kF--1248x698@abc.jpg)
EL polvo de los secos caminos envuelve las cuatro furgonetas blancas que avanzan por la región de Souss-Massa-Draa, la segunda región más pobre de Marruecos. En ellas, una treintena de chavales y educadores salmantinos acuden cada año a este alejado lugar, pobre y prácticamente incomunicado, para llevar educación, sanidad y desarrollo a poblados bereberes. Forman parte del proyecto «Llenando Escuelas» de la Casa Escuela Santiago Uno de Salamanca.
Este proyecto, que lleva 15 años en funcionamiento, acaba de ser galardonado con uno de los premios nacionales Aprendizaje-Servicio 2018, que conceden Educo, Edebé y la Red Española de Aprendizaje-Servicio. A estos premios concurrían este año 302 proyectos procedentes de todas las Comunidades Autónomas españolas y otro centro vallisoletano, el Colegio Safa-Grial, consiguió también uno de estos galardones nacionales por su proyecto «Safalud».
El proyecto «Llenando Escuelas», también premiado por la UE, ha conseguido en estos años rehabilitar 10 escuelas marroquíes y dispensarios médicos, dispensarios que tras la estancia de los jóvenes, educadores y voluntarios salmantinos (también personal sanitario) se intenta que queden abastecidos de lo más necesario para la población local en materia sanitaria.
Jesús Garrote, director de Santiago Uno, precisa que esta iniciativa forma parte del proyecto global educativo y ecosocial que desarrolla esta obra social de las Escuelas Pías de Betania en Salamanca. Con un modelo terapéutico constructivista sistémico y «centrado en las soluciones», bajo las bases de la pedagogía del sacerdote y pedagogo italiano Lorenzo Milani y de Freire, este centro desarrolla un completo trabajo con niños y adolescentes que necesitan protección y jóvenes infractores que cumplen medidas judiciales en su centro salmantino. Para Garrote, la filosofía del proyecto es que los chavales lleguen a esta «casa» a «recuperar la ternura y a curar rencores».
Disponen de dos viviendas para jóvenes infractores y otras seis para protección a la infancia (acogen a niños víctimas de abusos, que no disponen de una familia o que esta no pueda cuidarlos) y tratan de darles el cariño que les ha faltado y una formación que les permita tener un empleo en el futuro y construir una vida lejos de la marginalidad a la que su origen podría abocarles: a través de FP Básica, de Grados Superiores de Formación Profesional, de un Aula Alternativa (destinada a menores en riesgo de exclusión procedentes de una experiencia de fracaso en Educación Secundaria que no reúnen los requisitos para iniciar la FP Básica). También tienen una escuela de circo y cine y una cooperativa ecosocial, además de una «capilla-mezquita» donde conviven distintas religiones en un trabajo ecuménico y espiritual.
Muy ligado a ello está el proyecto «Llenando Escuelas», que surgió de manera natural como consecuencia de la convivencia y las experiencias compartidas desde hace más de diez años con chicos inmigrantes de diferentes nacionalidades. Se han alfabetizado en lengua castellana, han recibido formación profesional y algunos han podido regularizar su situación legal. Un 20% de su equipo educativo y otros trabajadores son inmigrantes.
Chicos sin etiquetas
Garrote comenta que «hace tiempo que venían muchos inmigrantes y pensamos en trabajar en su lugar de origen para que tuvieran un futuro y no se vieran obligados a coger una patera y venir a España». Con lo aprendido en las clases en Salamanca -en electricidad, albañilería, jardinería, etc.-, pueden rehabilitar escuelas y dispensarios, alfabetizar a mujeres y que estas creen sus propias cooperativas -el abandono escolar es frecuente allí, sobre todo en niñas-. Además, la Casa Escuela Santiago Uno colabora con el Gobierno marroquí para completar con clases de FP que dan dos agentes salmantinos a chavales marroquíes allí para que estos últimos tengan una salida profesional «y no se vean obligados a emigrar», apunta Garrote. A cambio, chavales que tienen la «etiqueta de infractores» en España consiguen desarrollar su potencial personal y contribuir a una causa social en Marruecos.
![Uno de los chicos trabaja en Marruecos dentro de este proyecto del centro salmantino](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2018/12/20/marruecos2-kD9H--510x349@abc.jpg)
En estos 15 años, unos 500 chavales han participado en este proyecto y «es absolutamente espectacular la respuesta de estos chavales y de las poblaciones nómadas bereberes», asegura el director de esta casa escuela salmantina. Hasta el punto de que los jóvenes salmantinos participantes llegan a afirmar que «es más importante el cariño que allí reciben que la compensación económica que les dan para que se compren ropa» o lo que necesiten, e incluso, algunos han llegado a destinar parte de su pequeña asignación a apadrinar a niños marroquíes de la zona en que han trabajado. Y hay intercambios con familias nómadas, lo que ayuda en el proceso socializador de estos chavales y supone para ellos conocer «el concepto de familia nómada», algo que no deja de ser impactante para algunos chicos que han sido abandonados. «Las residencias de ancianos allí son impensables, como lo es que un chico pegue a su padre o a su madre», ahora que estos casos aumentan en España, comenta Garrote para ejemplificar cómo este contacto sirve en el proceso educador de los chavales españoles que entran en contacto con estos pueblos.
«Aumenta su autoestima y es impresionante lo que les supone pasar de ser los “malos” a los “buenos”, hacerlos los protagonistas», dice Garrote, para quien estos chavales «tienen alma de héroes» y para quien «para romper el círculo del mal hay que dar cosas desproporcionadamente buenas y vicios sanos para crear aficiones sanas». No en vano, tienen el «Programa Ruiseñor» (el pájaro que solo canta cuando está en compañía) por el que voluntarios universitarios acompañan a estos chicos al cine, o realizan intercambios con Europa a través del Programa Erasmus Plus. «Trabajamos la parte afectiva, para crear afición por la lectura, por el cine, etc., y nos sale más barato pagar un viaje a París a dos chavales que pagar un guardia de seguridad todo el año»; un guardia que no tienen en el centro.
Esta Casa Escuela salmantina dispone de 75 trabajadores, entre educadores, terapeutas, ingenieros, jardineros, soladores, etc. y se financian a través de conciertos con Educación y Servicios Sociales, a través de donaciones privadas, además de contar con voluntarios.