Vicente Á. Pérez - Corazón de león

El leonés en el Senado

«¡Qué patética imagen la de un valenciano leyendo, como si no supiera lo que leía, una parrafada que le habían escrito en un supuesto dialecto leonés!»

Vicente Á. Pérez

El pasado miércoles, un senador valenciano se subió a la tribuna de oradores de la Cámara Alta y dio lectura al texto que le habían escrito. He aquí uno de los párrafos que leyó con mayor osadía que pulcritud : «Reitero que la bayura del nuessu Estáu son las suas llinguas y culturas y aspero poder ascuitar el llionés n’aquesta cámara lu más lluéu possible, acupando’l sou llugar n’igualdá col restu d’idiomas». Y se quedó tan pancho y feliz por haber sido el primer político que utilizaba el leonés (dialecto o lengua, a saber) en el Senado, aunque la totalidad de sus colegas, incluidos los leoneses, se quedaran estupefactos y sin saber de la misa la media durante el tiempo que duró su estrambótico discurso. ¡Qué patética imagen la de un valenciano leyendo, como si no supiera lo que leía, una parrafada que le habían escrito en un supuesto dialecto leonés!

Tremendo.

El personaje que quedará para la frívola historia que en estos tiempos escribe la política española es Carles Mulet García (de los García de toda la vida), senador designado por las Cortes Valencianas, del Grupo Parlamentario Podemos-En Comú-Compromís-En Marea. Ni más, ni menos. Un mareo de grupo, vamos… Y el tal Mulet argumenta su pasión por el dialecto leonés (Menéndez Pidal, que sabía de esto más que nadie, calificó de dialecto el habla de algunas zonas leonesas, asturianas, zamoranas y portuguesas) para contraatacar al presidente de la Diputación de León, Juan Martínez Majo , quien había criticado días antes que era «lamentable y bochornoso que cada uno hable el idioma que le dé la gana» en el Senado.

A Martínez Majo también le salió el populismo por la boca, pues bien sabe que en el Senado está admitido el uso de las diversas lenguas oficiales del Estado, por mucho que le cueste al ciudadano el pago a los traductores. Pero de ahí a reivindicar el «llionés» en igualdad con el resto de idiomas, como propone el ínclito Mulet, va un trecho; el senador valenciano, a quien se le supone que sabe ubicar a León en el mapa de España, no sólo propugna que el «asturleonés» (otra denominación del «llionés») se hable en la Cámara Alta, sino también el aragonés, el portugués y el occitano. A este paso, la Torre de Babel será una miniatura en comparación con el Senado de las mil lenguas… y otros tantos traductores.

No necesita la lengua, el idioma, el dialecto o el habla que aún sobrevive en algunas tierras leonesas de un salvador llegado de Valencia a lomos del populismo más descarado, sino de una política regional que facilite su recuperación y su difusión , pues no en vano se trata de un patrimonio cultural del Reino de León (aunque a saber si en Salamanca alguien sabe qué es el «llionés»). Y menos postureo , como dicen los tertulianos; o sea, menos tonterías.

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