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León, paraíso natural

Sus siete reservas de la biosfera -Picos de Europa, Valles de Omaña y Luna, Babia, Valle de Laciana, Alto Bernesga, Los Argüellos y Ancares- convierten a la provincia en un territorio único, que atesora el mayor número de figuras de protección a nivel nacional

Mirador del Tombo ABC

ROSA ÁLVAREZ

Si por algo destaca la provincia leonesa es por su entorno natural, sus paisajes infinitos, la belleza de sus bosques, parajes que atrapan y senderos que abren paso a lugares en los que el visitante quedará embelesado. Conscientes de este potencial, desde la Diputación provincial han reforzado su apuesta por dar a conocer y sacar el máximo partido a sus joyas naturales, abriéndolas a un turismo sostenible. Sus siete reservas de la biosfera -Picos de Europa, Valles de Omaña y Luna, Babia, Valle de Laciana, Alto Bernesga, Los Argüellos y Ancares- son un buen ejemplo de esta variedad y calidad natural, y convierten a León en un territorio único, que atesora el mayor número de figuras de protección a nivel nacional, situándose al mismo nivel de países como Portugal y muy por encima de otros de la UE.

Adentrarse en la provincia resulta obligado para cualquier amante de la naturaleza, que encontrará en ella numerosos paisajes de los que disfrutar y rincones que bien valen una visita. Es el caso del bosque del Faedo, en Ciñera de Gordón, donde hayas centenarias se curvan dibujando formas caprichosas y abriendo sendas que transportan al visitante a un lugar que se muestra casi mágico, como si hubiera sido sacado de un cuento. También en la montaña, en este caso en el Parque Nacional de Picos de Europa, se encuentra la ruta del Cares, una senda que une Caín con Poncebos (Asturias) y que cada año atrae a cientos de turistas que recorren los desfiladeros tallados en la roca y que conforman esta «Garganta divina». Parada imprescindible sin salir de Picos es el mirador del Tombo, en la carretera que une Posada con Caín, que ofrece una visión envidiable de varias cimas del entorno.

Faedo de Ciñera ABC

Cambiando de extremo, en la comarca del Bierzo se muestra imponente el paisaje rojizo de Las Médulas, modelado por la mano del hombre, ya que debe su forma a una antigua explotación minera, la mayor de oro a cielo abierto construida en la época del Imperio Romano y donde la vegetación se mezcla a día de hoy con los montículos cubiertos con arenas tostadas que caracterizan su paisaje. En la misma zona se encuentra la Sierra de Ancares, lindando con Lugo y Asturias, con una rica flora en la que se salpican construcciones tradicionales que mantienen este territorio casi virgen. También el Valle del Silencio conserva este aire de lugar intacto, por el que parece no haber pasado el tiempo y en el que pueblecitos con encanto -totalmente restaurados respetando el paisaje y los materiales de la zona- se mezclan con la vegetación y se esconden entre unas montañas que incrementan su belleza, que ya ha sido reconocida en varias ocasiones. Ejemplos hay muchos, tantos como extensa es la provincia, verde en la mayor parte de su territorio.

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