Julio López - Pienso, luego existo
Cuestión de conciencia
«Hay que educar y estimular nuestra conciencia fiscal, desde jovencitos hasta adultitos»
Una persona a la que admiro mucho me preguntó hace unos días, con motivo de mi anterior colaboración con ABC, que a partir de qué porcentaje de exacción se pueden criticar los impuestos por excesivos. Y yo le contesté, más o menos, que con una economía sumergida del 22% del PIB, donde 250.000 millones de euros se escapan del control de Hacienda, los impuestos pagados por los que sí cumplen serán siempre insoportablemente altos, porque se incumple el principio básico de justicia fiscal. De hecho, según el CIS, el 57% de los españoles cree que paga demasiados impuestos.
Y el caso es que en España los tributos son más bajos que en el resto de Europa, semida como se mida. La OCDE, en su Informe Anual 2018, determinó que la presión fiscal (ratio entre ingresos tributarios y PIB) en España es del 33,7%, por debajo de la media de la OCDE (34,2%), y a años luz de Francia (46,2%) o Dinamarca (46,0%). Y que la carga fiscal de un trabajador en España es del 21,3%, la segunda más baja de la UE (media del 28,4%), muy por debajo del 39,8% de Bélgica o el 39,7% de Alemania. Por tanto, la cuestión no es que paguemos más, sino que el grado de escaqueo fiscal es mucho mayor que en el resto de países europeos ¡Y eso escuece al que paga!
¿Y quiénes son los pillines que nos hacen trampas? Pues el 70% del fraude procede de grandes empresas y grandes fortunas, donde hay más elusión que evasión fiscal, es decir, se aprovechan de vacíos legales para pagar menos de lo que deberían ¿Un ejemplo? Pensad en alguna estrella de fútbol... Ahí la solución pasa por destinar más medios personales y materiales a la inspección tributaria. Pero el 30% del fraude restante, 75.000 millones de euros al año, es realizado por el resto de los mortales. Sí, ya sabemos: «con IVA o sin IVA», «con factura o sin factura» o «te pago en B mejor que en nómina». Y aquí la clave no pasa por que Hacienda achicharre a un puñado de fontaneros, pequeños comercios, o trabajadores de renta media, porque acentuaría la sensación de agravio. Pasa por educar/estimular nuestra conciencia fiscal, desde jovencitos hasta adultitos. Sí, ya lo sé, estoy en las nubes, pero tenía que decirlo.
¿Y por dónde empezar? Pues a mi juicio, por nuestra clase política, que tiene mucha culpa de la paupérrima conciencia fiscal de los españoles ¿Y eso? Por la tradicional falta de transparencia en el destino que se da al dinero de los impuestos; por la corrupción instalada en más o menos intensidad en todos los partidos políticos; y por los demasiados casos de políticos que se perpetúan en cargos muy bien remunerados años, legislaturas, incluso décadas: como diputados, procuradores, senadores, o concejales, cambiando de sillón como la mariposilla que va de flor en flor. Un hecho que ha llevado al españolito de a pie a creer que, si los políticos despilfarran y se lo llevan a manos llenas, él no va a ser el tonto que pague la fiesta. Así que, si queremos que en España haya menos cultura del fraude, y más conciencia fiscal, se debería empezar porque sus señorías dieran ejemplo... pero del bueno.