Los problemas de los rastreadores: «A los jóvenes les cuesta dar sus contactos porque saben que se quedarán en casa»

Dos «vigilantes» del coronavirus detallan su labor para hacer el seguimiento de los brotes, cada vez con más casos

Montse Serrador

Son los encargados de identificar el caso índice que ha desatado el brote y localizar a todos los contactos para hacer una especie de cortafuegos, mediante el oportuno aislamiento, que impida que los contagios avancen. Los rastreadores cada vez lo tienen más difícil para localizar una por una a las personas que de una u otra forma se han relacionado con un afectado. Llamadas y más llamadas, preguntas y más preguntas hasta dar con un contacto que dé negativo y se mantenga en el tiempo.

En la actualidad, son 593 los profesionales sanitarios que hacen la labor de rastreadores en la Comunidad. La mayoría son enfermeras, aunque también hay médicos y otros profesionales de la salud. En esta cifra se incluyen los 26 responsables de seguimiento epidemiológico de las distintas áreas de salud, como Javier Iglesias, uno de los dos médicos de Soria que realizan esta labor. Desde que a finales de mayo se puso en marcha este instrumento, en la provincia de Soria se han detectado 286 casos y rastreado 1.075 contactos, además de declarado cinco brotes, los tres primeros detectados en un campamento de menores en Salduero , otro en un campus de balonmano y el tercero en un centro de Cruz Roja. Con el paso de los días, la función de los rastreadores se va complicando por dos razones fundamentales: primero, porque cada vez es mayor el número de contactos a seguir, que ha pasado de una media de dos por cada caso a siete, si bien en el 80 por ciento de los positivos la sintomatología es leve; en segundo lugar, porque con el verano y los desplazamientos de la población, el seguimiento cada vez llega más lejos. Sin embargo, Javier Iglesias, que cuenta con un equipo de 38 personas, del que alaba su gran labor e implicación, asegura que más que difícil su trabajo es «laborioso y concienzudo» con el objetivo de localizar, cueste lo que cueste, a los contactos de un contagiado por Covid. Luego, una vez identificados, llega la siguiente tarea, la de convencer de que, sea positivo o no, tiene que estar en aislamiento entre 10 y 14 días (al décimo se hace otra PCR de control). Es aquí donde la capacidad de los rastreadores para explicar bien la situación y tirar de mucha pedagogía juega un papel fundamental. «En general, la mayoría de las personas colaboran porque están muy concienciadas», asegura el responsable del equipo soriano, quien reconoce que «a los jóvenes es a los que más les cuesta dar a conocer a sus contactos porque saben que se tendrán que quedar en casa».

Tampoco faltan las anécdotas asociadas a un ejercicio en el que el seguimiento llega hasta la última persona con la que el positivo se ha relacionado o el último lugar por el que ha pasado. «A veces cuesta porque puede haber alguien que no quiere que se entere de con quién ha estado», reconoce Javier Iglesias, que rememora algún que otro problema entre familias en las que uno de sus miembros había roto la norma «no escrita» de no hablar con la otra parte. Sin embargo, en este punto, «se es exquisito y discreto». Además, no hay que olvidar que toda la información que facilitan los contactos tiene que ir firmada y autorizada, por aquello de la protección de datos.

Intervención del juzgado

En Soria, el récord está en los 90 contactos por un solo caso, a los que hubo que seguir hasta cortar la propagación del Covid, explica Iglesias. Y, por supuesto, en este intentar acorralar al virus hubo que salir de la provincia hasta las limítrofes e, incluso, llegar a Andalucía o la frontera francesa, donde la Guardia Civil localizó a una persona a la que se había dado asilo en Soria y era sospechosa de tener el virus. Precisamente, en esta provincia el juzgado ha tenido que intervenir en dos ocasiones para garantizar que se cumplía el aislamiento.

Javier Iglesias prefiere mantener el optimismo, aunque reconoce que «el aumento de casos nos tiene en alerta». Sin embargo, matiza que, en general, son asintomáticos, no necesitan ingresos y hay tratamiento. Además, se está generando una mayor inmunidad y eso es también un elemento positivo a tener en cuenta. No obstante, hay aspectos en la evolución de la pandemia que preocupan como son las residencias, en las que su mayor apertura es un elemento a tener muy cuenta. La segunda inquietud pasa por conseguir que los casos no deriven en brotes y que no haya transmisión comunitaria . Y la tercera preocupación está en los hospitales, porque «sabemos lo que hay que hacer pero asusta mucho que vuelva a suceder lo de marzo». «Soy optimista porque la enfermedad es más leve y se extiende la inmunidad», señala el responsable de los rastreadores de Soria, quien insiste en el uso de la mascarilla, en mantener la distancia de seguridad y en cumplir el aislamiento si fuese necesario, como las mejores garantías para mantener a raya al virus.

«A veces cuesta que te den contactos porque puede haber alguien que no quiere que se sepa con quién ha estado»

«A veces cuesta que te den contactos porque puede haber alguien que no quiere que se sepa con quién ha estado»

Blanca Lorenzo Martín es una de las cuatro rastreadoras que forman el equipo del Centro de Salud de las Delicias, en Valladolid, desde donde han tenido que hacer frente a tres brotes de coronavirus : el primero, originado entre trabajadores de una empresa hortofrutícola de la localidad segoviana de Cuéllar; el segundo, con vecinos de la localidad de La Cistérniga y un tercero a través de contactos del municipio de Íscar . Así, el trabajo que comenzó con relativa calma, se ha ido complicando con los días y las jornadas son un no parar para hacer los rastreos. «No es fácil», reconoce la joven profesional sanitaria, porque la frialdad del teléfono frena la comunicación cuando «nuestra profesión de enfermeras se caracteriza justo por lo contrario, por la cercanía».

Con intérpretes

Precisamente por esa capacidad para llegar al paciente, Blanca Lorenzo recuerda el brote de las Delicias, que afectó a familias de inmigrantes, como especialmente duro. Fue necesario recurrir a intérpretes e, incluso, contar con los hijos menores de las familias para ejercer de traductores. «Nos decían que no podían quedarse en casa porque si no trabajaban no comían ni había para pañales», recuerda, aunque, al final, y con el apoyo de Cruz Roja para atender sus necesidades y tras una confirmación judicial, los afectados cumplieron con la cuarentena.

Esta enfermera vallisoletana explica cómo en su labor diaria se está encontrando con los dos extremos: quienes se muestran «súper preocupados» y colaboran en dar información y contactos y los que «no quieren que se les juzgue y se sienten estigmatizados ». En general, reconoce, la gente colabora aunque también hay quien «se lo toma a la ligera y se va a la playa a aislarse». Blanca Lorenzo también advierte de que «se ha producido un repunte», por lo que llama «a la responsabilidad social». «Esta semana hemos tenido positivos casi todos los días», lamenta y reconoce que «tenemos mucho miedo a volver a vivir lo mismo porque fueron meses muy duros y ya estamos muy cansados».

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