Jorge Francés - Ruido blanco
Tócala otra vez, Hermann
«Así que no criminalicen todas las mentiras. Sólo son intolerables en política»

Hoy quisiera romper una lanza por la mentira. Siempre tan maltratada y deshonrosa. Mentir está mal, casi siempre. Porque hay ocasiones que es un resorte para la supervivencia, la única palanca para la esperanza. Dicen las redes sociales que en estos días de confinamiento y pandemia, de abrazos ausentes y voces lejanas, hay una mujer en Vigo que pide cada tarde a su marido con alzheimer que a las ocho salga a la ventana y toque su armónica. A las ocho, esa hora ritual, ceremoniosa y terapéutica de la España en cuarentena es para él también un bálsamo impagable e inesperado. Ella le dice a Hermann que los aplausos son para su breve concierto. Que el estallido de palmas y vítores que nos reafirma en que seguimos vivos y ganaremos esta dura batalla es la reacción espontánea a un virtuosismo que no recordaba tener. Y sonríe a felicidad plena, como quizá no haya sonreído en todo el día. Un chispazo de dicha pura, más efímera aun que de costumbre. Por eso también le mentirá mañana. Como mentiremos juntos aparentando ser dichosos encaramados a nuestras ventanas. Enjaulados para esquivar a la muerte, más invisible aun que de costumbre.
Me recuerda Hermann inevitablemente a la comunista señora Christiane de «Good Bye Lenin». Al salir de un coma su hijo le ocultaba de todas las maneras posibles que había caído el muro de Berlín y ahora vivía en una Alemania unificada y capitalista. También al padre sirio que se hizo viral jugando a reírse de las bombas junto a su hija diciéndole que eran fuegos artificiales lanzados por niños. Hay momentos en los que necesitamos mentiras para aguantar el peso cruel de la realidad. Ese «todo saldrá bien» cuando está perdido.
Así que no criminalicen todas las mentiras. Tan solo son intolerables en política, justo allí donde campan a sus anchas, donde resulta peligrosamente sencillo pasar de una mentira piadosa a una mentira despiadada. Escribió Unamuno que «a veces, el silencio es la peor mentira». Porque el silencio solitario, vacío, insistente y espeso de mi hogar estas semanas también es falso. Toca esta tarde. Tócala otra vez, Hermann.