Jorge Francés - Ruido blanco

Romper un silencio así

«Entender el turismo es ver a un forastero disfrazado de tus tradiciones. Normalmente siempre le quedan grandes»

Frutos del acebo en el acebal de Prádena (Segovia) ICAL

El turismo es habitar las costumbres de otros, los paisajes, las casas, la gastronomía de otros. Este puente del que cuesta volver a la rutina he viajado hasta Prádena, en Segovia, solo para comprar acebo recién cortado de sus montes ahora ocultos por la niebla. En su plaza mayor, mientras se baila el paloteo para clausurar la fiesta del mercado que anuncia el invierno, conseguimos la planta navideña con el precinto que garantiza que ha sido entresacada según la normativa.

Entender el turismo es ver a un forastero disfrazado de tus tradiciones. Normalmente siempre le quedan grandes. Así nos sentimos esperando turno en el puesto de la asociación de vecinos que gestiona el acebo. Y comprendo a los ancianos que miraban extrañados, que ven en nuestro snobismo rural algo de traición, bastante de sacrilegio y de robo a una identidad cincelada por los siglos. Estos forasteros que hacen 150 kilómetros para llevarse un ramo de acebo, las ramas que allí decoran todas las mesas. Los centros sin los que no hay Na-v idad. Nos miran como a nosotros cuando una familia pasea por nuestro pueblo y hace fotos a las puertas que llevamos cerrando desde la infancia. «¿Qué le verán?», nos decimos olvidando que somos nosotros mismos en cualquier otra parte.

El turismo es la necesidad de sentir todas las vidas que no nos ha tocado vivir. Fetichismo por coleccionar existencias. «¿Que prefieres los ojos de un águila o de un flamenco?», pregunta la madre en un restaurante abarrotado de uno de los preciosos pueblos rojos segovianos. Un alegato de educación posmoderna que combina con frases en inglés por eso de la formación bilingüe. «Yo prefiero saber mirar», debería haberle contestado el niño. Pero dijo: «De flamenco, que son rosas». Y aquel pueblo se quedo vacío al terminar la sobremesa.

La Consejería de Familia quiere crear una «red social» en el mundo rural contra la soledad. «Romper un silencio así no tiene perdón» que canta Montefusco. Si no es el silencio del olvido. Bastaría con que hubiera más festivos, más puentes y más vacaciones. La soledad es lo que queda cuando se van los turistas.

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