Jorge Francés - Ruido blanco
Revolución de estupidez
«Terminó el toque de queda, que no ha sido otra cosa que una batalla política más, y se lanzó la adolescencia a hacer botellones»
La estupidez se ha convertido en llama de las revoluciones. Es el síntoma más preocupante de la deriva enfermiza del tiempo que (como repiten ahora los motivadores para intentar desabrocharnos la asfixia de la pandemia) nos ha tocado vivir. Porque la estupidez, en su definición más académica, explica con precisión de cirujano este problema. Estúpido es quien muestra torpeza o falta de entendimiento para comprender las cosas. Exactamente lo que parece ocurrir con la bulliciosa minoría que entendió que el final del estado de alarma supuso dar sepultura a ese maldito virus que trastocó todos los planes y arrolló decenas de miles de vidas. Se relajan las restricciones y en mi calle pasaron coches haciendo sonar el claxón como en Nochevieja. Lanzaban vítores parecidos a las noches en que el Madrid gana la Champions certificando la ausencia de responsabilidad colectiva que nos hemos ganado tras décadas formando en el infantilismo y la sobreprotección a varias generaciones de españoles. Terminó el toque de queda, que no ha sido otra cosa que una batalla política más, y se lanzó la adolescencia a hacer botellones levantando vasos de plástico como en Portugal claveles en el 74 o cómo derribaron a mazazos en el 89 el Muro de Berlín.
Gritaban beber en nombre de la libertad y pisar las mascarillas para salvaguardar su juventud enjaulada. Insultos solo posibles en la inconsciencia osada de la ignorancia.
Lo bueno de la estupidez es que no es un mal español. Consuelo de tontos que siempre fueron más dignos que los estúpidos. Los libros de Historia (si es que quedan libros de Historia libres en el futuro; lo que puede cambiar tan solo una letra) quizá expliquen esta etapa desconcertante como la de las revoluciones de estúpidos. Estupidez que derriba estatuas de conquistadores, que censura versos y añade la losa del tiempo a la del olvido sobre artistas y pensadores. Estupidez de los ofendidos perennes, de la Inquisición del humor, de los carentes de empatía y de la igualdad germinada en el odio. La revolución de los estúpidos que creen suyos los derechos y los deberes siempre del otro.