Jorge Francés - Ruido blanco
Obediencia o lealtad
«El plantón de Alfonso Alonso tras la imposición de la candidatura conjunta en el País Vasco es el intento del reivindicarse como barón en otro partido que no quiere barones»
Para ser alguien en política hay que ser obediente, pero para conseguir relevancia política es necesaria la rebeldía. O dicho que otro modo: para mantenerse en un partido es imprescindible ser rebaño pero para llegar a líder a veces hay que desafiar a los pastores. En ese ejercicio de equilibrismo se tambalean las formaciones políticas creyendo erróneamente que obediencia y lealtad son sinónimos. Andan en reformas para un centralismo de liderazgo único que anule las discrepancias que suelen surgir de las estructuras territoriales, las manoseadas baronías. La estrategia es sustituir su opinión por la de la militancia a través del trampantojo de la democracia interna. Las poco exitosas primarias y las maleables consultas a las bases. Un espejismo de pluralidad que concede todo el poder de decisión a la dirección nacional. Esa es la verdadera batalla que se libra estos días en PP y Cs. El plantón de Alfonso Alonso tras la imposición de la candidatura conjunta en el País Vasco es el intento del reivindicarse como barón en otro partido que no quiere barones. Solo Feijoó y sus mayorías absolutas pueden plantar cara a Génova. El problema de jugar la partida nacional abandonando las bazas territoriales es que, sin darse cuenta, en cualquier momento uno puede convertirse en un peón prescindible. La coalición PP y Cs en el País Vasco no supondrá una suma de Gobierno pero es un paso esencial ahora que Arrimadas le ha puesto en bandeja a Casado terminar de engullirles. Adiós al centro y a ser bisagra. La alianza conservadora achica el espacio electoral propio y confirma el machacón mensaje de la izquierda de que Cs es el PP con matices.
En esta revuelta también tiene papel Francisco Igea. Entre las razones para liderar el sector crítico está que la nueva etapa de Cs no siga echando paladas en el entierro a la derecha que comenzó Rivera. Quiere baronías para salvar la visión de cercanía. Tampoco se ve compartiendo cartel electoral con Mañueco, ni abrazándole en los mitines. No quiere que la crítica al PP sea autocrítica. De todo esto Mañueco no dirá nada. Nadie sabe si por lealtad o por obediencia.