Jorge Francés - Ruido blanco
Lobos
«Es fascinante lo que transforma el poder. También a los periodistas que temporalmente son asesores, jefes de prensa o de gabinete. Y como en una inexplicable venganza fratricida abusan de las declaraciones institucionales»
El periodista es un lobo para el periodista. Debería haber explicado Hobbes al hombre a través de la profesión más bonita del mundo (que diría Gabo) pero también la más cainita. Porque al periodismo lo han azotado en la última década todos los temporales posibles pero quizá el de mayor relevancia, y peor pronóstico, sea la pérdida de respeto de una labor imprescindible. No creo en aquello de Kapuscinski de que para ser un buen periodista haya que ser buena persona. Tengo pruebas de que es posible lo contrario. Ni en la glorificación de este oficio con grandilocuencia hueca de político, ni en los que lo desempeñan a dos metros sobre el suelo. Pero sí creo que para ser buen periodista hay que respetar profundamente el periodismo. Algo cada vez más inusual en un gremio falto de compañerismo.
La penúltima pedrada, grave por el atacante, ha caído a plomo desde La Moncloa. Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación en funciones y periodista de profesión, ha espetado que los informadores «tienen una tendencia enfermiza por preguntar». No sabría decir si es más grave que lo piense o que le resulte oportuno decirlo. Puede entonces que sea el padre de la estrategia de escasez de comparecencias de Pedro Sánchez y la limitación de preguntas heredada de otras épocas. Aquí tampoco hay regeneración. Para Oliver la obligación de pedir explicaciones es «activismo» porque el presidente además de contestar preguntas tiene que gobernar. En su deber está ambas cosas, por desgracia hasta ahora no ha satisfecho ninguna.
Es fascinante lo que transforma el poder. También a los periodistas que temporalmente son asesores, jefes de prensa o de gabinete. Y como en una inexplicable venganza fratricida abusan de las declaraciones institucionales, inventan la paradójica rueda de prensa sin preguntas, responden a las crisis con comunicados y consideran un lujo conceder entrevistas. Ellos son nosotros. Lobos para periodistas que, sin embargo, no desatan una rebelión en la granja. Esta profesión solo tiene sentido si es útil a la sociedad, el resto es publicidad. Hacerla respetar no debería ser un acto de heroísmo.
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