Jorge Francés - Ruido blanco
Igea y sus muñecos
«En Castilla y León nos gobiernan dos médicos y así nos ha quedado un mosaico de colores el mapa de la desescalada de la primera semana»
No hay camino hacia una nueva normalidad porque es la única normalidad posible. Entre las lecciones de una pandemia está la que nos enseñaba Esopo cuando escribió que «el hábito hace soportable las cosas que dan miedo». La insoportable soledad de marzo, el distanciamiento social imposible para nuestra cultura mediterránea, hasta el insufrible desayuno con muertos de cada mañana. Todo es ahora una costumbre inevitable. Entre los hábitos de una pandemia me preocupa el de normalizar sus muertos. Porque dicen que ahora los féretros son pocos, que son suficientes para retornar a algo que pueda parecerse a lo de antes. «Tenemos que convivir con el virus» repiten los expertos para que asumamos el acecho de la guadaña invisible frente a la que danzaremos para que la ruina no mate más que los virus.
El Gobierno de Sánchez ha impuesto la reválida a las autonomías para recuperar las libertades. Una carrera por amortizar el desastre que es una tentación bíblica para la mayoría de políticos. En Castilla y León nos gobiernan dos médicos y así nos ha quedado un mosaico de colores el mapa de la desescalada de la primera semana. Francisco Igea y Verónica Casado, que son todo el gobierno autonómico desde el 14 de marzo, han impuesto la gestión médica a la política. La responsabilidad, la prudencia, la prevención, la didáctica y la paciencia que tan poco practican la generalidad de los políticos guían nuestra desescalada desestructurada como aquellas tortillas de Adriá donde la ciencia asombró a la cocina. Una Castilla y León gruyere ininteligible en los telediarios nacionales y aceptada a regañadientes por el comité de Fernando Simón.
Este fin de semana escuchar a Alfonso Fernández Mañueco tras la conferencia de presidentes era escuchar a Igea en eso de que aquí «primará la salud» en el crudo dilema de sanidad o economía.
Una posición lejana a otros barones y alcaldes populares lanzados a la urgencia de desescalar.
Igea ventrílocuo habla por Verónica Casado, por Mañueco y hasta por Arrimadas. El hábito hace soportable a los enemigos íntimos. Qué bien lo hubiera aprovechado Esopo para una de sus fábulas.