Jorge Francés - RUIDO BLANCO
Delibes confinado
Los objetos de su memoria recalan en unas salas a las que no pueden acudir sus paisanos
El centenario de su nacimiento está Miguel Delibes confinado en la Biblioteca Nacional de esa Madrid contagiosa y desconcertada a la que nunca se quiso ir. Allí andan sus retratos y manuscritos y recuerdos en esa interesante exposición que retrasó la pandemia y que provoca esta anecdótica contrariedad. Los objetos de su memoria recalan en unas salas a las que no pueden acudir sus paisanos en fecha tan señalada, ni siquiera casi los madrileños aprisionados en los aforos del perverso estado de alarma. Habría entendido Don Miguel lo extraordinario de la circunstancia. Irritaría más su sobrio carácter vallisoletano (que siempre fue la más aproximada definición de su carácter) que seamos tan imprecisos e incautos como para asimilar ese término «confinado» sin sobresaltos.
Me alerta del asunto José Delfín Val, que conoce tan bien la dedicación con la que Delibes protegía la tan rica como maltratada lengua castellana. Delfín Val, que también engrana palabras con precisión de relojero suizo, explica que el significado de confinamiento nada tiene que ver con este uso pandémico. La RAE y la historia define confinar como «obligar a alguien a residir en un lugar diferente al suyo» y no encerrarlo en su hogar. Justo lo contrario. Es decir, es un destierro a lo Napoleón en Córcega o Unamuno en Puerto Cabras. Algo similar sucede con «escalada» y «desescalada». Su uso correcto supondría trepar o bajar de alguna parte utilizando una escala. Lejos de nuestro jeroglífico de erráticas fases que abrían o cerraban los bares.
Este retorcer el idioma sin importar su significado es una advertencia más del legado de Delibes. Él creía que la sabiduría se creaba en los pueblos y se destruía en las ciudades. Así, que la sociedad asuma con naturalidad las imposiciones léxicas (que normalmente esconden eufemismos) de la sobrepasada política urbanita y abandone en el olvido de la despoblación y los cementerios el escrupuloso saber nombrar del aldeano le enfadaría bastante. Mientras, la semana de su cumpleaños, su memoria sí deambula confinada. Aguarda en el madrileño Paseo de Recoletos en vez recorrer su querido Campo Grande.