Jorge Francés - Ruido blanco

La culpa

«Sufrimos una incapacidad política y una creciente irresponsabilidad ciudadana»

EP

La culpa es una destrucción inspiradora, la eterna penitencia por un mordisco a una manzana, la serie Azul de Picasso tras el suicido de su amigo Casagemes o las manos de sangre con las que deliraba Lady Macbeth. Todos somos tan culpables que es probable que vivir consista en aprender a aguantar ese peso invisible y, sin embargo, ser esporádicamente feliz como única esperanza de felicidad posible. La culpa es como el tiempo, puede engullirte irremediablemente, impregna los lugares y las cosas, es indeleble a los años. La pena termina disolviéndose en la rutina, la ira se erosiona en las tempestades pero la culpa no. La culpa se clava como los ojos de un Cristo junto a un confesionario.

En lo profundo de este oscuro túnel de la segunda ola de la pandemia gran parte de la sociedad anda en el inoportuno reparto acusatorio de responsabilidades. «Ninguna culpa se olvida mientras la conciencia lo recuerde», decía Stefan Zweig. Quizá exactamente por eso andemos más preocupados en culpar que en combatir el virus. Los políticos señalan a otros políticos, la ideología a los expertos, los expertos a la economía que intenta no ahogarse en la ruina, los empresarios a los ciudadanos irresponsables y los ciudadanos se denuncian entre sí como viejas chismosas mientras devuelven la culpa a la ineficacia de la política desbordada.

Los políticos hacen cálculos políticos, nada extraño. Sorprende el cinismo hueco de parte de la ciudadanía que implada de odio acusa mientras continúa la vida de antes que aún resulta imposible. Hay grupos de amigos que reservan varias mesas para saltarse restricciones. Madrileños que huyen a los pueblos ante otro confinamiento con las mismas maletas que trajeron el virus en primavera. Cumpleaños pendientes que hoy sí reúnen a la familia. Viajes sin cancelar que ahora resultan inaplazables. Mascarillas en la papada mientras no aparezca la policía que patrulla las terrazas. Sufrimos una incapacidad política y una creciente irresponsabilidad ciudadana. Pero nadie está dispuesto a atarse ni una pizca de culpa a su conciencia. La culpa es de otros… porque así no le pesa a nadie.

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