Jorge Francés - Ruido blanco

Carmen

«No hay nada más subversivo que la cultura, estos falsos «progres» lo saben»

Teresa Berganza, en el papel de «Carmen», en una imagen de archivo

La piel morena y las pinceladas que hacen volantes. El clavel entre el cabello azabache y la mirada empoderada que desafía al torero vestido de luces que se siente cobarde. Carmen, la España de Carmen, aquella de bandoleros y Sevilla, de abanicos lenguaraces. Carmen de Mérimée y Bizet. De Picasso en dos trazos sensuales, recogido y nariz, flamenco en la sangre. Todas ellas, que son la misma, están en la exposición «Mujer y mito» que se disfruta por contraste en la sobria Valladolid y que es un acto de rebeldía ante el revisionismo imperante. Como ahora toda la historia y todo el arte. «¡Pobre Carmen!» dirán las Montero y Calvo de las pancartas inclusivas que maltratan el lenguaje. Pobre era aquella España de Carmen.

Cómo se atreven en esta era del progresismo hueco a alardear de lo que fuimos, mitad estereotipo y mitad hambre. Que las quemen, que reescriban su leyenda, que les arranquen las flores del vestido largo que mueve como nadie. Que las decapiten como a las estatuas de Colón. Que las emborronen como la restauración valenciana de una copia de la Inmaculada de Murillo mientras aplauden las redes respaldando la lapidación y el desastre. Tan ofensiva para el feminismo intolerante como los Conguitos y el Cola-Cao para el #BlackLivesMatter. No hay nada más subversivo que la cultura, estos falsos «progres» lo saben, por eso estigmatizan todo lo que cuestione su verdad. La verdad de parte, de ofensa, de partido, del negacionismo, de la censura y autocensura, de la ignorancia histórica que juzga con nuestros ojos cansados las miradas de antes. La cultura es contagiosa, también lo saben, por eso mejor bien separadas las butacas de los teatros de aforo reducido mientras se abarrotan las terrazas y los restaurantes. La cultura en serio, la que camina sobre los hombros de siglos de gigantes, resulta peligrosa porque nos da esa otra libertad de la que es imposible confinarse.

Carmen gitana de tronío, quejío del mestizaje, cigarrera irreverente, por necesidad taurina, soleá de un imperio en decadencia, sabia en leyes de la calle, mujer libre, peineta de aquella piel de toro. Memoria y sangre.

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