Guillermo Garabito
El ingenioso Cronista don José Delfín de Salamanca
Los homenajes a José Delfín Val no vienen más que a confirmarle como un clásico en las bibliotecas, justo al lado de su estudiado Cervantes y su querido Quevedo. José Delfín es Cervantes o Cervantes es José Delfín en esta Valladolid de «helechos arborescentes» y palacios evanescentes. Una Valladolid donde siguen siendo necesarios los Cronistas, para que guarden memoria de un siglo que va con prisas. Esta Valladolid mía de hoy es como la Valladolid de Umbral, la Valladolid de todas las épocas y de los escritores que la han descrito. La Valladolid de mi imaginario es obra de la piqueta del siglo XX y de la prosa que la salvó. Y ante todo de la poesía.
José Delfín no ha escrito El Quijote, pero ha escrito a Cervantes como nadie en Valladolid. Porque él ha escrito y ha hilvanado los flecos de una ciudad -que hay que desgranar como las cuentas de un rosario, con cuidado de no olvidarlas- para formar en sus libros un tapiz contra las polillas del tiempo. Y tiene los méritos de que siendo salmantino quizá sea el más vallisoletano de nosotros, por derecho y por empeño. Digo que José Delfín es Cronista de un Valladolid intemporal, porque si no existiera habría que inventarlo. José Delfín lo mismo en el siglo XVII, acompañando a Tomé Pinheiro da Veiga cronista por azar de la Valladolid de entonces, cuando Felipe IV nacía y la Semana Santa ya asombraba a los extranjeros. José Delfín «croniquea» la ciudad desde que llegó aquí en los años sesenta, o con Cervantes en el siglo XVII. Un Valladolid del que no queda nada más que la memoria de José Delfín, que es mucha memoria y ahora patrimonio inmaterial al servicio de los vallisoletanos.