Igualdad y diferencia

El último Premio Nacional de Ensayo, Esquirol, aboga en «La resistencia íntima» por la defensa de la individualidad de la persona frente a dogmatismos de poderes o grupos de presión, que con legislación o ideología (sistema de pensamiento cerrado) imponen comportamientos «porque sí, porque toca». Así se camina hacia el pensamiento único, la alienación, -y cita a Adorno- que impide a la persona el acceso a la experiencia de sí misma y a la libre conformación de la personalidad. En su ensayo escribe de cuántos dictan la moda o las leyes, a los que con Montaigne define de peligrosos, ineptos e importunos. En este contexto se inscribe la ley sobre la igualdad social, diversidad sexual y de género, que se cocía en la Consejería de Familia sin informar a colectivos interesados y que se ha filtrado, obligando a escuchar a los excluidos ¿para incorporar sugerencias o por imagen?

El enunciado resulta poco objetable, sino fuera por el valor polisémico de algunas palabras y por recoger postulados de la ideología de género, que propugna que la diferencia de sexo no obedece a razones biológicas o antropológicas, sino a la orientación afectiva, construcciones culturales o convenciones, confundiendo el género, según las acepciones de la RAE, con el rol, función desempeñada en situaciones de la vida.

Además, para desviar la atención de lo esencial del proyecto, que incluye educación única en lo afectivo, Fernando Rey y Alicia García echan una cortina de humo y confunden cuando hablan de tolerancia, acoso, discriminación: palabras oportunistas. Nadie se opone a la igualdad en la diferencia, pero sí al trágala de una ideología regulada por ley, algo muy propio de los maricomplejines populares, cuando pisan terrenos sociales o culturales.