Ignacio Miranda - Por mi vereda
Zotes y azotes
Todo niño lleva dentro un déspota en potencia. Si no se educa en el respeto a los padres, adultos y amigos, acaba siendo un tirano

La paulatina imposición de lo políticamente correcto, las letanías del buenismo y las jaculatorias del colegueo no podían traer nada positivo. Ya llegamos a un punto sin retorno en el que subimos cada día un peldaño más en la escalera del mundo al revés, una escalinata de caracol que se retuerce sobre sí misma hasta alcanzar el atropello sistemático de la razón. La historia del padre separado que pegó a su hija de seis años un azote en el culo cuando la niña se puso farruca, caso que ahora reabre la Audiencia Provincial de Palencia tras el recurso interpuesto por la madre, tiene tintes surrealistas. Así anda la Justicia española en función del magistrado con quien te toque.
El progenitor, que comparte la custodia con su ex, llevó a la criatura a la piscina, recogieron los bártulos y quiso que se duchara pronto para ganar tiempo, pero la niña se tornó en un miura. Primero en el coche y luego en la vivienda. Le dio por encender todas las luces, pegar patadas a las paredes y acabó tirándose por el suelo en ese afán infantil de hacerse la víctima y llamar la atención. O sea, al más puro estilo del nacionalismo catalán. Ante el fragor de la escenita, aunque uno tenga más paciencia que un santo, hace falta un cuajo monumental para no dar una bofetada a un hijo que se comporta así. Todo niño lleva dentro un déspota en potencia. Si no se educa en el respeto a los padres, adultos y amigos, acaba siendo un tirano. Si le das todo lo que pide, creerá que el mundo es suyo, que no existe el fracaso, que no hay autoridad.
Como sostiene el brillante juez Emilio Calatayud, de ahí a ser un chorizo queda un paso. Incluso el proceso puede degenerar en situaciones de maltrato de los hijos a los padres, un tipo de violencia de la que nunca se habla. Muy curioso, la verdad. En esa línea argumental, el Juzgado de Instrucción y la Fiscalía consideraron que el hecho no suponía una agresión con repercusiones penales, y que no era desproporcional en el derecho de corrección del padre hacia la hija. Por tanto, archivaron la causa, que ahora la Audiencia retoma por entender que existen indicios de delito de maltrato familiar. Porque las marcas de la mano en la nalga izquierda de la niña revelan «una fuerza excesiva y desproporcionada». Vamos, que la torta ha de ser suave, blandita, meliflua, para no tener recorrido penal de trabajos comunitarios, privación de libertad y pérdida de la custodia. El problema radica en los zotes, no en los azotes.