Ignacio Miranda - Por mi vereda

Tierra de rodajes

Lo de grabar películas impone bastante respeto, porque en un medio rural despoblado a ver de dónde salen los extras, salvo que lleven tacatá y bata guateada

Charlton Heston durante el rodaje de 'El Cid'

A finales de marzo de 1961, durante tres días, la vida tranquila de Torrelobatón se alteraba de forma súbita. La villa vallisoletana, por entonces con algo más de 1.200 habitantes -el triple que el actual censo-, había encandilado por su castillo entre cerros al productor norteamericano Samuel Bronston, un enamorado de España en la época de las grandes películas de contenido histórico en Hollywood, que eligió el paisaje de la vega del río Hornija y sus alamedas para rodar una escena de ‘El Cid’. Una fortaleza que, unos años antes, también abía convencido a Rafael Cavestany, ministro de Agricultura, para transformar su interior en un silo de cereal. Funciones distintas y compatibles, por aquello de que cada uno a lo suyo. Cerca de cuatrocientas personas participaron como extras, la mayoría vecinos del pueblo, que aportaron horcas, aperos, mulas y burros para recrear la época, junto a decenas de universitarios llegados de Valladolid.

Allí estuvo Charlton Heston para encarnar a Rodrigo Díaz, a lomos de un caballo tordo de estirpe cartujana, del que se apea para pedir a su padre que libere a varios emires. De ese gesto proviene su nombre: cid o caudillo generoso. Pocos supervivientes quedan ya de aquellas jornadas inolvidables. Los hombres se quedaron con las ganas de ver a la espectacular Sofía Loren, en el papel de Doña Jimena, ausente en la escena. Las mujeres recuerdan el porte de Heston, pero destacan que era más guapo Raf Vallone. Los figurantes cobraron unas cien pesetas diarias, la tercera parte del salario medio de un mes. Muchas imágenes del rodaje se han rescatado este año en una exposición para conmemorar las seis décadas de la filmación -que también pasó por Ampudia, Madrid y Peñíscola-, a la que ya se dedicó un documental presentado en 2015 en la Seminci.

Ahora, queremos dar un paso más y pasar de la anécdota a la categoría. El consejero de Cultura y Turismo, Javier Ortega, ha señalado que uno de los grandes objetivos de su departamento es convertir Castilla y León en tierra de rodajes. Ortega, hombre prudente y discreto, que por algo es mitad archivero, mitad soldado, explica que así figura recogido en el pacto de gobierno entre PP y Cs. El apoyo al sector cinematográfico gracias al «ecosistema colaborativo» se plasma en la labor de la Film Commision -venga inglés a destajo-, una oficina, negociado o similar que antes de la pandemia recibía unas 60 consultas anuales para el rodaje de diferentes producciones audiovisuales en la región. Falta precisar cuántas han cuajado tras tirar la caña.

Aunque lo de grabar películas impone bastante respeto, porque en un medio rural despoblado a ver de dónde salen los extras, salvo que lleven tacatá y bata guateada. Más fácil lo tenemos con los documentales de fauna, flora, aerogeneradores y placas solares que exornan los paisajes. Nihil novum sub sole.

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