Ignacio Miranda - POR MI VERADA
Rastreadores y sabuesos
«Buena parte de los comportamientos irresponsables individuales tienen su origen en la propia negación de la gravedad de la epidemia por parte de las autoridades»
«La ciudadanía exige claridad y puede llegar a castigar las rectificaciones o adaptaciones de los responsables políticos, bien porque las confundan con errores o porque puedan considerarlas interesadas. Quieren certidumbre total y esta nadie la puede dar». Así se expresa Juan Ignacio Pérez Iglesias, catedrático de Fisiología y ex rector de la Universidad del País Vasco, quien señala otra crítica generalizada: durante la pandemia no se ha informado correctamente a la opinión pública. Un vicio, el de hablar mucho para no decir nada, repetido a diario. Comparecencias con puesta en escena pero hueras de contenido, ya sea con un Fernando Simón que aspira a ser una estrella mediática, ya sea con la insulsa Isabel Díaz Ayuso cuando se pone a analizar en un mar de dudas si confina Usera y La Elipa con el valiosísimo asesoramiento de Miguel Ángel Rodríguez. Aquí ya se ha hecho con Cantalejo, Íscar y Pedrajas sin tantas contemplaciones.
Buena parte de los comportamientos irresponsables individuales tienen su origen en la propia negación de la gravedad de la epidemia por parte de las autoridades. Aparte de ocultar muertos, en su afán por simplificar todo para tratarnos como a niños, redujeron las medidas de protección a tres: uso de mascarilla, lavado de manos y distancia social. Y venga ocupar terrazas con cañas y una de rabas. De la conveniencia de prescindir de acciones que agiten la respiración -cantar, gritar, hacer ejercicio físico- poco se ha dicho. Tampoco se ha insistido lo suficiente en la necesidad de evitar lugares cerrados concurridos, donde resulta imprescindible ventilar. Porque en España solo se pone el ventilador eléctrico para emponzoñar al contrario, mientras olvidamos el sano hábito de renovar el aire del interior. Abrir las ventanas, no lo olvidemos, evita el tufo a tigre y dispersa la carga viral que pueda existir alrededor de un individuo portador asintomático.
Un perfil en cuya identificación, localización y vigilancia de cuarentena deberían concentrarse mayores esfuerzos para no repetir los mismos errores de hace meses. Junto a los test, no existe mejor fórmula de prevención. También lamenta el catedrático el socorrido argumento de los gobernantes cuando aseguran que hacen lo que dicen los científicos, «porque cuando se escudan en ellos es para defender una decisión siempre discutible». De hecho, el controvertido regreso a las aulas, determinado por el presumiblemente escaso poder propagador del virus por parte de los niños, está condicionado por otras circunstancias externas, como el elevado nivel de contagio que se registra actualmente España, que no se ha tenido en cuenta. En definitiva, en ciencia no hay dogmas. La sociedad no lo entiende. De momento tenemos rastreadores civiles y militares, sin desdeñar lo que pueden ayudar con su proverbial olfato los sabuesos. Pues venga.