Ignacio Miranda - Por mi veredad
No viajar, no molestar
La consigna siempre es la misma: no molestar. Nuestros vecinos del sur nos toman por el pito de un sereno
Ha salido Margarita Robles con rostro desencajado, rictus azorado y gorro parisino de aire bohemio, no sabemos si de Montmartre o la Rue del Percebe, y uno, ante un semblante que es un poema, pensaba ilusamente que la Brigada Aerotransportable iba ya camino de Barcelona para detener el golpe perpetuo. Pues no. Margot está preocupada porque los servicios de inteligencia prevén un grave atentado yihadista en los campos de refugiados saharauis del sur de Argelia. Implora por activa y por pasiva a cooperantes y familias con niños en acogida que cancelen los viajes previstos estos días, porque el riesgo es «real e inminente». Por su parte, el Frente Polisario considera injustificada la alerta. Ve una maniobra política e incluso, desde la República Árabe Saharaui Democrática, se habla de sorpresa ante la advertencia.
Sesenta ciudadanos de Castilla y León han partido hacia los campamentos de Tinduf, para llevar ayuda humanitaria y acompañar durante a unas jornadas a los chavales que pasan el verano entre nosotros, donde descubren que el agua sale directamente del grifo y hay aceras pavimentadas. Así sobreviven con sus familias en el desierto nuestros hermanos saharauis, entre construcciones de adobe, en medio de un lacerante abandono y un ignominioso olvido. Miles de apátridas dejados a su suerte por España en el Sáhara Occidental, de El Aaiún y Villa Cisneros, desde hace más de cuarenta años, a la espera de una descolonización que nunca llega. Algunos conservan aquel viejo carné de identidad de ribetes azules y tipos de máquina de escribir, documento oficial de una nación que les ha fallado reiteradamente.
Sesenta españoles comprometidos como viva sociedad civil, que no van durante el puente a comprar a grandes almacenes, sino a abrazar, con medicinas y chocolate, a los que sufren una ocupación que dura ya demasiado. Sentimientos que la razón no siempre entiende. La historia de una infamia que suma y sigue. Hace tan solo cinco años, la también ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, abroncó por falta de prudencia a la entonces alcaldesa de Zamora, Rosa Valdeón, al viajar a título particular a los campamentos, y eso que la policía marroquí ni la dejó bajar del avión. «Solo puede explicarse pensando que Marruecos no quiere testigos incómodos del trato que recibe el pueblo saharaui en los territorios ocupados», señaló rotunda la edil. Otra prueba escandalosa de hasta dónde puede llegar el buenismo oficial ante este asunto, pues de la prudencia a la cobardía hay un paso. La consigna siempre es la misma: no molestar. Nuestros vecinos del sur nos toman por el pito de un sereno.