Ignacio Miranda - Por mi vereda
Moral de victoria
El Regimiento de Ingenieros número 11 apenas pisa su cuartel general en Salamanca. En la batalla contra el coronavirus, sus efectivos son muy solicitados para montar hospitales de campaña en ciudades donde los saturados centros sanitarios no pueden atender a los enfermos. Han patrullado también por localidades de su provincia de origen, Ávila y Zamora, pero lo que más les enorgullece es acudir para prestar tan generoso servicio. Donde ahora hay un patio de asfalto o un frío aparcamiento, en apenas veinticuatro horas se levantan tiendas modulares o carpas para diferentes usos, dotadas después de sistemas eléctricos, de climatización y saneamiento. Una eficacia, diligencia y nivel técnico que ha hecho posible crear bases castrenses españolas por todo el mundo.
Personal de la unidad salmantina, heredera de los zapadores, ha trabajado de forma frenética estas jornadas en la instalación del hospital de campaña de Segovia, con veinte tiendas y un centenar de camas. Ha estado en Madrid para colaborar en la admirable instalación sanitaria de IFEMA, completar la capacidad del Gregorio Marañón con siete carpas destinadas a atender enfermos leves, y asegurar el funcionamiento eléctrico del Gómez Ulla. Sin descanso, partieron hacia Sabadell, el municipio barcelonés que registra uno de los mayores focos de Cataluña. Los requirió el deber y lo acataron. Salió el convoy y después de 850 kilómetros de viaje llegó a su destino, con el objetivo de erigir otro hospital temporal en las pistas cubiertas de atletismo y alojar allí 300 camas. Por supuesto, con toda su infraestructura necesaria. Continente y contenido.
Consumada la presencia de las Fuerzas Armadas en esta región insurrecta del extremo nororiental de España, para prestar labores de apoyo a la sociedad civil en una situación tan excepcional, comenzaron a surgir los primeros problemas. Porque el nacionalismo obra así. Asumida su incapacidad ante la gravísima crisis de salud pública, hay que tocar las gónadas y ponerse en plan pejiguero. A alguien de la Consejería de Sanidad no le agradó aquel diseño por ser «muy militar». Sencillamente, porque había tiendas de color caqui y las montaba personal uniformado, que para remate habla el castellano de la tierra del Lazarillo. ¡Imperdonable! Porque en la Generalidad, según ha explicado el JEMAD, preferían una disposición más diáfana, dividida por paneles. Pues nada, que lo instalen ellos, el banco que toma su nombre de la ciudad o el clan Pujol, al fin en arresto domiciliario por causa de fuerza mayor. Mientras continuaba la absurda discusión, Sabadell sigue sumando muertos a su aterradora estadística, hecho que ya investiga un juzgado. A los políticos catalanes les pirra perder energías en pamplinas. Deberían aprender del lema del Regimiento: «Por el trabajo a la victoria». Con la pandemia, más aún.