Ignacio Miranda - Por mi vereda

Melancolía, cepas y ceporros

Teletrabajo EFE

Ignacio Miranda

Víctor Hugo afirmaba que la melancolía es la felicidad de estar triste. Melancolía en sentido poético, como aquel temazo de Camilo Sesto de finales de los setenta que habla de desamor y nunca pasará de moda. Un estado anímico de abatimiento generalizado, de depresión crónica, que enlaza con ese sentimiento portugués de la «saudade», en el que todos nos hallamos inmersos, de algún modo, después de un año sin ver la luz al final del túnel por culpa de la pandemia. Nos ha tocado lidiar un miura inesperado en la plaza de Las Ventas, cuando nuestra vida comodona ya se había acostumbrado a otro tipo de toro, menos peligroso, menos correoso, más pastueño. Además, en un coso de tercera con un público bullanguero. Un virus que constata nuestra fragilidad cuando pensábamos que lo teníamos todo controlado, porque al final, siempre, la naturaleza manda. Ya sea en un río desbordado o en los terremotos de Granada.

A pesar del panorama desolador y del hartazgo ciudadano, de la gestión deficiente y del bochornoso espectáculo de las vacunas en la Europa de los mercaderes, que al final es la única que existe, surgen de vez en cuando personas inteligentes empeñadas en hacernos ver algo positivo entre tanta incertidumbre y confusión. Uno de ellos es Alberto del Rey Poveda, doctor en Demografía y profesor Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca, que lleva tiempo defendiendo una idea de importancia capital: el confinamiento y otras restricciones de movilidad han permitido descubrir el teletrabajo. Vamos, que ya no es una opción remota que escogían cuatro funcionarios o empleados de grandes empresas. Que se trata de un sistema válido para seguir con las ocupaciones profesionales desde nuestras casas, cuando la tarea no exige presencialidad. Y en Castilla y León, puede ser un aliado perfecto para contener la despoblación en el medio rural. Quizá, el último salvavidas al que agarrarse.

En opinión del docente, especialista en migraciones, análisis demográfico y mercado de trabajo, desde el pasado mes de marzo estamos comprobando lo mucho que se puede aprovechar la digitalización, siempre que las telecomunicaciones funcionen correctamente. Porque estar a una o dos horas de la sede física de tu empresa, normalmente en Madrid, ya no supone un problema. «Con la ventaja de tener una vivienda más barata y unas mejores condiciones de vida que en una gran capital», explica Del Rey, quien destaca que muchas personas buscan entornos más agradables para vivir tras la durísima experiencia de la reclusión en las ciudades. Además, considera fundamental mantener los servicios en las cabeceras de comarca, «aunque no resulten rentables económicamente», por su capacidad para mantener población, y permitir la entrada de extranjeros con perfiles adecuados a los empleos existentes, no de forma masiva. Entre cepas y ceporros, una voz cualificada para ser escuchada por los que gobiernan.

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