Ignacio Miranda - POR MI VEREDA
Estaciones sin taquilla
«No es lo mismo a ciertas edades hacer una consulta en google sobre abono de frutales o cistitis que cursar y cerrar un expediente oficial con autofirma»
El mal uso de las nuevas tecnologías que hacen las administraciones y las empresas no hacen sino amargarle la existencia un poquito más cada año al personal. Siguen pensando, en idiocia egoísta, que todos los ciudadanos son nativos digitales y se desenvuelven con soltura en los soportes electrónicos. En Castilla y León, con una población muy envejecida y a pesar de los esfuerzos de instrucción en la materia, sabemos que no es lo mismo a ciertas edades hacer una consulta en google sobre abono de frutales o cistitis que cursar y cerrar un expediente oficial con autofirma. Eso ya son palabras mayores. Igual que ir a pagar un tributo como el IBI a un banco «colaborador», donde un cajero humano le indica al octogenario que salga al cajero automático de la calle, a la intemperie, y meta los billetes por una rendija, según las instrucciones, que luego sale un tique como recibo. Con un par.
Quien no se apiada de las limitaciones tecnológicas de los mayores, y no tan mayores, es la Renfe, como la denominaban nuestros abuelos. Porque el año 2020 comienza al más puro estilo de recortes inmisericordes. Ahora no de servicios ferroviarios, sino de personal de venta de billetes. Las estaciones de Aguilar de Campoó, Almazán, Arévalo, Astorga, Briviesca, Osorno, Peñaranda de Bracamonte, Puebla de Sanabria y Viana de Cega se quedan sin taquillas. Como opciones, máquinas expendedoras, internet y posibilidad de adquirir billetes en sus oficinas de Correos. Porque la operadora empatiza con sus viajeros y «busca soluciones acordes al volumen de ventas y de usuarios». En su firme defensa de la calidad de los servicios públicos, los sindicatos por ahora no han dicho ni mu, mutismo comprensible en estas fechas tan proclives a las mariscadas y el regalo de relojes Rolex.
Hace ya muchos años que en ciertas estaciones del metro de Madrid desapareció el personal de las taquillas, en pro de las máquinas de autoventa. Como si seleccionar un billete fuera lo mismo que sacar una coca-cola. Muchos viajeros de provincias nos aturullábamos en el trance de ver un menú amplio y no saber dónde pulsar, con una cola detrás de ti que te sonroja. A menudo aparecía un tipo con aspecto de policía judicial o de la Adoración Nocturna, que carecía de identificación visible de la empresa, y te ayudaba a elegir. Todo cambio debe ir encaminado a mejorar. Ese señor debería estar dentro la taquilla por operatividad del servicio. Porque evitar molestias y trastornos al ciudadano siempre es mejor que ahorrar en gastos de personal. Para escoñar algo que funciona, dejémoslo como siempre. No hay vuelta de hoja.