Ignacio Miranda - POR MI VEREDA
Esquiladores a mí
«Porque da igual churras o merinas, castellanas o assaf. Las ovejas también tienen derecho a estar a gusto después del invierno, como los perros de capital»
Con tanta prórroga del arresto domiciliario bajo el eufemismo de político-médico de confinamiento, y en espera de descender la pendiente por la cansina desescalada, la España urbanita no se ha percatado de que estamos en medio de una exultante primavera. Ya cantan los ruiseñores y vuelan alegres los vencejos. Ya sentimos las primeras moscas. Ya pululan por ahí las garrapatas, crecidas por las buenas temperaturas y la humedad constante. Por ello, el Consejo de Colegios Veterinarios de Castilla y León ha advertido de la necesidad de permitir el esquileo de ovejas por razones de sanidad animal, salud pública y por supuesto bienestar. Porque da igual churras o merinas, castellanas o assaf. Las ovejas también tienen derecho a estar a gusto después del invierno, como los perros de capital. Perder ese lastre de tres, cuatro o cinco kilogramos de lana es fundamental para prevenir dermatitis y zoonosis del tipo sarna o pulicosis.
Ocurre que con el estado de alarma, los esquiladores tienen verdaderos problemas para llegar a las explotaciones y ejercer su labor, porque no se halla entre las consideradas esenciales. El drama de siempre en el sector agropecuario: legislar desde despachos sin pisar el campo. Un vicio más visible si cabe es estas semanas. La patronal del ovino y la Unión de Cooperativas Agrarias de Castilla y León también piden a las administraciones que tengan en cuenta esta situación. Más aún cuando ya hay un dispositivo preparado con todos los papeles en regla de cerca de 300 esquiladores veteranos de Uruguay, ese país redondo del Cono Sur al que cantaba Marujita Díaz, del que tan pronto salen concursantes holgazanes para «Supervivientes» como presidentes de pasado guerrillero. El vuelo debería partir de Montevideo el 1 de mayo, para permanecer en España hasta mediados de julio, porque con los profesionales nacionales difícilmente se llega a cubrir la demanda.
Nos está amargando la cuarentena con el crecimiento del pelo, que en esto nos parecemos a las ovejas y ansiamos la inmunidad del rebaño. Hubo un amago para dejar abrir a las peluquerías como servicio básico, pero enseguida reculó el Gobierno socialcomunista en su querencia a la melena. Nihil novum sub sole. Su cierre ya hace estragos incluso en la propia imagen de cargos públicos, del ministro Illa a Alfonso Fernández Mañueco. Uno intenta recortarse la barba y las patillas los mejor que puede, que no es plan emular a Marx, pero pasar la máquina por la cabeza ya son palabras mayores. En definitiva, ahora envidio la calvicie sin complejos de Matamoros o Jesús Julio Carnero. Por higiene, pulcritud y sentido práctico, con las debidas precauciones, urge reabrir las peluquerías para acabar con este suplicio greñudo. ¡Esquiladores a mí!