Ignacio Miranda - Por mi vereda

Entre avutardas

«En nuestra tierra reside el mayor censo de "otis tarda" del mundo, con el 30 por ciento de efectivos»

Imagen del otógrafo abulense José Luis Rodríguez en la que se observan dos avutardas ICAL

A los gobiernos actuales, sean del signo que sean, puros o hibridados, les interesa tanto la estadística que parece convertirse en su principal preocupación, rasgo claro de la nueva forma de hacer política. Es como si los destinatarios finales de la gestión de la cosa pública no fueran las personas, sino una ristra de datos fríos y un estadillo de cifras en Excel para que nos evalúe el organismo homologado de turno cada trimestre o cada año. Así que nos pasamos el día con las listas de espera hospitalarias, el informe PISA sobre la calidad de la enseñanza y ahora, recientemente, el último censo regional de la población de avutarda. Un singular padrón ornitológico que viene a redimirnos del ocaso demográfico en los últimos aleteos del epílogo de Herrera, que no termina nunca, oiga, incluso sin consejos de gobierno los jueves.

Castilla y León posee 15.789 ejemplares de avutarda según datos de la pasada primavera, lo que supone un incremento del 12,5 por ciento durante la última década. Respecto a 1998, cuando se contabilizaron algo más de 10.000 aves, el incremento es aún mayor. Por tanto, en nuestra tierra reside el mayor censo de «otis tarda» de España y del mundo, con el 30 por ciento de efectivos, «lo que otorga una importante responsabilidad a la Comunidad para su conservación», señalan los autores del estudio. Zamora y Valladolid encabezan el listado, mientras que en Soria no se ha detectado ningún individuo durante la época de reproducción.

Porque la de cortejo PP-Ciudadanos sigue en su recta final a la espera del reparto de las consejerías y negociados varios. Tras este trabajo de campo realizado por la Junta de Castilla y León y la Fundación Patrimonio Natural, el paso siguiente será un muestreo para detectar, a partir de septiembre, el número de pollos que ha sobrevive a las duras condiciones del verano, entre rastrojeras, melgares y parcelas de leguminosas. Además, preocupa el delicado estado de otras dos especies como la ganga y el sisón . De manera que perdemos personal, o paisanaje, pero ganamos avutardas en el paisaje cerealista. Quien no se consuela es porque no quiere.

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