Ignacio Miranda - Por mi vereda

Un Delibes de la veterinaria

«No ha escrito un libro, pero se irá del mundo terrenal habiendo compartido todo su conocimiento. Con la sencillez propia del sabio, del maestro»

Pepe Marcos cumplirá este lunes cien años en su tierra natal, la localidad palentina de Magaz del Pisuerga AYTO. DE MAGAZ DEL PISUERGA

José Marcos González nació en la localidad palentina de Magaz de Pisuerga el 19 de octubre de 1920. Mañana cumple, por tanto, un siglo de vida en su tierra natal, con una salud aceptable, su ingenio de siempre, y muy preocupado por la evolución de la pandemia. No en vano, Pepe es veterinario. Conoce muy bien por su formación y experiencia cómo manejar una epidemia. De hecho, les dice a sus sobrinas que anden con cuidado no vaya a meterse el virus en casa. El Colegio de Veterinarios de esta provincia quería rendirle un homenaje de forma presencial como un profesional de su talla merece, pero las medidas de seguridad frente a la Covid lo han impedido.

Pepe Marcos estudió interno en el Colegio de los Maristas de Palencia. Poco después, su padre, también veterinario, se trasladó a la ciudad para dedicarse a pasar consulta de animales y herrar équidos, por aquello de que sin casco no hay caballo. Ahí despertó, en el contacto con el ganado, su vocación por esta ciencia sanitaria que, como aseveró Pasteur, tanto ha contribuido a la salvación de la Humanidad. Cursó la carrera en León entre 1939 y 1944, con varias matrículas de honor, para seguir aprendiendo junto a su progenitor todas las vertientes, de la clínica a la producción y la sanidad animal, hasta lograr un grado de pericia y criterio encomiables. Pepe enseñaba a castrar un puerco, poner esponjas a las ovejas, revisar a la vaca tras el parto en busca de la placenta y ayudar en un cólico de una mula, cuando perder una bestia, en las modestas economías agrarias, podía ser un varapalo irreparable. Tan generoso era que a veces regalaba su trabajo.

Practicó la veterinaria de campo y laboratorio cuando había muy pocos medios. Nada de ecógrafos ni escáner. Con el acial y las trabas para sujetar al ganado mayor, con delicadeza y tacto para lograr su confianza, en el quirófano improvisado de la propia cuadra sobre cama de paja. Tanto se entregó a su profesión que no tuvo tiempo para casarse, asegura jocoso, y no le falta razón: inspector del Mercado de Abastos, clasificador de canales en el matadero y director de ambos recintos, asesor en la plaza de toros, profesor en la Escuela de Capataces de la Confederación Hidrográfica del Duero, promotor de la inseminación artificial en vacuno de leche, pionero en saneamientos pecuarios para detectar tuberculosis... Posee la encomienda de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Pero su mayor orgullo es el reconocimiento de compañeros y ganaderos al trabajo bien hecho. No ha escrito un libro, pero se irá del mundo terrenal habiendo compartido todo su conocimiento. Con la sencillez propia del sabio, del maestro. Un Delibes de la veterinaria, que por algo son coetáneos.

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