Ignacio Miranda - Por mi vereda
La culpa es del AVE
Fue Emiliano García Page, crecido a la hora de dar titulares, quien sentenció con voz grave y aire rústico de ventorro manchego que Madrid era una «bomba vírica», de donde procedían la mayoría de los contagios de Covid-19 en su comunidad. Tuvo pedir disculpas. La idea la comparten también en el Gobierno de Castilla y León, pero más atemperada. Lleva semanas la consejera de Sanidad, Verónica Casado, repitiendo con su tono monocorde de ursulina que nuestros alarmantes datos de propagación vienen también de capital y alrededores. Erre que erre. Pero hay más: que el problema son los trenes. No el vehículo particular ni los autobuses de línea de Alsa, Auto Res –ahora se llama Avanza o parecido– y La Sepulvedana. La flota de Renfe y en concreto los AVE, Avant y Alvia, donde la gente viaja muy junta. Y el colmo es que, en plenos ataques de gula, se pone a zampar, lo que obliga a quitarse la mascarilla, y así se multiplica el riesgo en espacios cerrados.
La verdad, no he visto nunca en un vagón las migas de bocata de calamares o algún trozo de tortilla caído del táper. Debe tener la Consejería de Sanidad datos epidemiológicos de contagio en los viajes en tren a Madrid que ignoramos los usuarios y la propia empresa ferroviaria. Convendría que su máxima responsable los hiciera públicos. Mientras tanto, ha de saber que los servicios se han reducido a la mitad porque buena parte de los miles de ciudadanos de Ávila, Segovia o Valladolid que desarrollan su labor profesional en Madrid siguen en sus casas haciendo teletrabajo. Que los trenes –tiene la estación de Campo Grande a cinco minutos de su despacho– no circulan abarrotados. Que a todos los viajeros nos dan toallitas, que llevamos mascarilla, que pasamos el escáner, que no se venden plazas de asientos enfrentados, que a bordo la cafetería está cerrada por prudencia. ¡Solo falta que nos miren la temperatura! Además, el dispositivo de renovación del aire del interior funciona bien, porque no huele a Chanel pero tampoco se percibe el ambiente cargado.
Ante los males y los fracasos, resulta ya muy cansina la excusa de nuestros dirigentes de responsabilizar siempre a otros, también en la segunda ola de la pandemia. Íscar y Pedrajas no tienen tren. Torrelobatón, tampoco. Miranda de Ebro y Puebla de Sanabria sí, pero sus vecinos no se desplazan a Madrid a diario. Los ancianos de las residencias, donde aumentan los muertos, no están como para irse a Benidorm de marcha una semanita con el descuento de la tarjeta dorada. En fin... Falta visión global para luchar contra la Covid, con medidas racionales, efectivas y coordinadas. Falta dirección y liderazgo. Sobra incoherencia tanto en la acción como en el discurso. La culpa es del AVE.