Ignacio Miranda - Por mi vereda
Camino del Vaticano III
Entre bromas y veras acaba mayo, florido y hermoso, en este domingo de Pentecostés atípico en el calendario. Todo frío, aséptico, deslavazado. Ni carretas con bueyes en el Rocío, ni danzas ante la Virgen del Carmen de Extramuros en Valladolid o la de La Hiniesta en Zamora. El coronavirus nos ha robado cobardemente vidas, pero también los tiempos litúrgicos más sentidos del año: la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua. Porque ha habido misas a puerta cerrada en pequeñas comunidades religiosas, y otras que han acabado de forma brusca por la intervención de la fuerza pública. Como la oficiada en la Catedral vallisoletana el domingo 22 de marzo, en la que se personó la Policía y pidió a los fieles el retorno a sus casas por seguridad.
El hecho está siendo investigado por un Juzgado de Instrucción a raíz de la denuncia interpuesta por la Asociación Española de Abogados Cristianos por un presunto delito de interrupción de culto, recogido en el artículo 523 del Código Penal, contra el delegado del Gobierno, Javier Izquierdo, ese hombre templado con cara de no haber roto un plato. Ya se han abierto diligencias en otras ciudades españolas por sucesos similares. Ya ha aparecido en escena la presidenta de la agrupación, Polonia Castellanos, de quien ignoro si el nombre es por admiración a la nación más católica de Europa, cuna de Wojtyla, o en referencia a la santa patrona de los dentistas con aféresis. Dice la letrada que ha existido un abuso por parte del Gobierno con la excusa del estado de alarma para imponer su agenda laicista, porque el Real Decreto permitía las ceremonias con medidas de seguridad y sin aglomeraciones. Y en España sabemos por experiencia que de lo laico a lo anticlerical se pasa en un santiamén.
Pero como no hay nada más cristiano que perdonar, se vive con fruición la recuperación del culto según subimos de fases en el desconfinamiento. Llega la hora de volver presencialmente a los templos, de manera que para evitar movidas como la descrita y riesgos de contagio, la Iglesia repasa en una extensa lista de recomendaciones cómo comportarse en el interior. De la ausencia de colectas mediante cepillo en trasiego a la paz «facultativa» con un gesto, de la falta de coros en pro de un único cantor a la comunión en silencio sin responder «amén», del uso de mascarilla y desinfección de bancos a las puertas abiertas durante las entradas y salidas... Los mayores y enfermos, que no se preocupen: sigue vigente la dispensa dominical y mejor seguir la eucaristía en casa por Radio María, la COPE o las teles. Vamos camino del Vaticano III o así.