Ignacio Miranda - Por mi vereda

En la calle del olvido

«La vida de Federico Santander parece una metáfora visionaria de una tercera España, la de la reconciliación y la concordia selladas en la Constitución de 1978»

Federico Santander EL NORTE DE CASTILLA

La lucha cainita de la Guerra Civil se llevó por delante a dos alcaldes de Valladolid, Antonio García Quintana y Federico Santander. El primero, cuyo nombre perdura, fue un honrado socialista comprometido con la educación, ejecutado en la ciudad el 8 de octubre de 1937 tras la condena por rebelión que dictó un consejo de guerra. El segundo, ya residente en Madrid, estuvo encarcelado en el presidio de Ventas, junto a Ramiro de Maeztu. En aquel noviembre horrendo de las sacas de presos hacia las fosas de Paracuellos de Jarama, su nombre fue leído el 2 de diciembre de 1936 por los milicianos. Como otros compañeros, subió al camión en presencia del director del penal, con la excusa de proceder a su «liberación» por orden de la Dirección General de Seguridad, para llegar finalmente ante el pelotón de fusilamiento en el citado municipio.

Federico Santander brilló como estudiante de Derecho. En su tesis doctoral sobre organización política de España defendía ya el modelo de monarquía constitucional. Hombre culto, excelente orador, amigo de Unamuno, ejerció el periodismo en Diario Regional y luego en El Norte de Castilla, del que llegó a ser director, sin olvidar su faceta literaria como dramaturgo. Concejal por la candidatura liberal de Santiago Alba, incansable conferenciante, empresario del Teatro Calderón, presidente del Ateneo, aventurero embarcado en la primera vuelta al mundo en un Ford V8 Tudor junto a tres amigos, accedió a la alcaldía en dos ocasiones entre 1920 y 1931, con una política centrada en obras de pavimentación, saneamiento y otras medidas de salud pública. Tuvo enfrentamientos con la dictadura de Primo de Rivera. Tras proclamarse la II República, cuya deriva soviética vaticinó, fue firma destacada de ABC, diario desde el que aclaraba que «ser monárquico no es ser fascista».

En el pleno de diciembre, el único concejal de VOX en el Consistorio vallisoletano, Javier García Bartolomé, propuso en una moción dedicarle una calle, al hilo la resolución del Parlamento Europeo que condena por igual los crímenes del comunismo y del nazismo. La iniciativa no prosperó pero abre un camino para rehabilitar su memoria, al margen de los postulados oficiales de la histórica. Federico Santander no debe seguir en la calle del olvido. Ítem más: al acabar la Guerra, cuando aún se ignoraba con certeza su trágico destino, un expediente oficial ordena procesarle por desafecto al régimen vencedor. Su vida parece una metáfora visionaria de una tercera España, la de la reconciliación y la concordia selladas en la Constitución de 1978, para seguir avanzando en un proyecto nacional común que, ahora, la ambición personal de algunos se empeña en liquidar.

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