La hora de Pablo F.

Los populismos de derechas (Trump, Le Pen) o de izquierdas (Tsipras, Iglesias) emergen cuando se vota más con las entrañas y la rabia que con la cabeza, y al existir problemas de impacto negativo sobre una base social transversal. En España, la precariedad laboral o el desempleo de la generación mejor preparada; el agotamiento de recursos para mantener el estado del bienestar; o la riqueza mal repartida por insolidaridad, sobre la que impacta la corrupción, han sido factores de crecimiento de un partido nuevo. Sin embargo, los problemas y el estancamiento de estos partidos se concretan porque: a) desde su utopía e integrismo ideológico no ofrecen soluciones; b) exigen un monolitismo de pensamiento, alejado de la unidad de acción; c) vienen con votos para quedarse como las dictaduras (la historia es elocuente).

En Vistalegre II han aflorado estos problemas. De allí Pablo Fernández parece salir reforzado por la presencia en el Consejo Ciudadano de tres miembros del partido en la región, pero para algunos son competidores para buscar el relevo a un líder que además de su pablismo y cierta capacidad dialéctica en las Cortes, favorecida por la inepcia de Tudanca y Fuentes, vertebre Podemos en Castilla y León, más allá de su voluntarismo. En año y medio en las Cortes ha realizado toreo de salón en las sesiones, jaleado con olés populares, porque no ha sabido trasladar por ignorancia los problemas de los ciudadanos, ni conocer los mecanismos del legislativo. Tampoco ha acertado a movilizar a los diputados nacionales, ni a mover los peones de los adláteres en los ayuntamientos, ni implantar una estructura de partido en la región o formar equipo, ni ser conocido en la calle. El cargo le viene grande y acaso necesite un recambio.