Fernando Conde - Al pairo
Hispanidad y gracias
Lo que más escarnece es comprobar cómo la ignorancia de unos pocos prende en la de muchos
El día de la Hispanidad que, por desgracia, pasa para nuestros hijos mucho más inadvertido que el día de Halloween o el importado e impostado de Papá Noel, en buena medida gracias a nuestro acomplejado sistema educativo, se ha celebrado un año más. Ese día en el que América y España, que por entonces era como decir Europa, se conocieron e iniciaron un idilio que va ya para más de quinientos años tiene en este país una importancia menor que allende el Atlántico… inexplicablemente. Todo comenzó con la locura de un hombre, un tal Cristóbal Colón, emperrado en llegar a las Indias por la trasera del corral, y con la visión preclara de una mujer, sí, una mujer, que sin embargo y siendo una de las grandes figuras de las que podría echar mano el feminismo para reivindicar la valía, el talento, la determinación y la importancia que han tenido las mujeres en la historia, es obviada sistemática y malvadamente por las «apóstolas» del nazifeminismo. Y todo porque de manera distópica y ciclópea se empeñan en asociar a la reina castellana con el régimen franquista. Eso o que quizá también ellas consideren a la reina castellana una palmera, al rufianesco estilo.
Pero con todo, lo que más escarnece es comprobar cómo la ignorancia de unos pocos prende en la de muchos. Porque eso, ignorancia, sazonada con un punto de infantilismo, aderezada con cuarto y mitad de complejo y completada con una arroba de maldad y falta de respeto al patrimonio es lo único que puede explicar las pintadas aparecidas en la Casa de Colón en Valladolid este 12 de octubre. Parece que el ilustre e ilustrado «quichismo» gaditano ha arribado al Pisuerga y las tesis del egregio «filósofo» y a la sazón alcalde de la tacita de plata han arraigado en el caletre disminuido de algún calígrafo pucelano. Bastarían tres o cuatro lecturas para entender que por fortuna quienes llegamos a América fuimos los españoles y no los ingleses; y que si hoy América del Sur y Centroamérica son un crisol de razas y culturas es justamente gracias a ello.
Porque de haber desembarcado un Drake cualquiera en las costas de Guanahaní, hoy los descendientes de incas, aztecas, mapuches, guaraníes, charrúas, aimaras, etcétera, serían rubios de ojos azules y, con mucha suerte, es posible que quedara algún espécimen único dedicado a administrar casinos en su antigua reserva. Una forma muy inglesa de comprar el silencio. Pero por suerte, fuimos los españoles los que llegamos, y fue España la que les dotó de derechos y hasta de alma (La controversia de Valladolid), y la que favoreció un mestizaje enriquecedor. Así que, si pillan a los grafiteros, que les den fairy y estropajo, a ver si limpian su propia mentecatez.