El Herreriano plantea una «ambiciosa» revisión de la escultura contemporánea

A través de 83 obras , propicia un diálogo intergeneracional entre más de 30 artista

Ana Redondo conversa con Javier Hontoria en el Patio Herreriano F. HERAS

H. DÍAZ

En 2003, cuando el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano contaba con apenas un año de vida, se propuso hacer un recorrido por el desarrollo de la escultura en España desde la llegada de la democracia. Casi dos décadas más tarde, el centro toma aquella exposición de partida para proponer una «ambiciosa» y «completa» revisión de cómo ha evolucionado la escultura en España hasta nuestros días. El objetivo, señaló ayer el director del Patio Herreriano, Javier Hontoria, es «poner en valor el arte realizado en España», en un momento en el que «se está gestando un discurso bastante acalorado en torno a la escasa visibilidad tanto nacional como internacionalmente» de la creación española.

En la exposición -ocupa cinco salas-, la primera grande desde la llegada de Hontoria a la dirección del museo, obras del conjunto «absolutamente soberbio» de esculturas de la Colección Arte Contemporáneo de las décadas de los 80 y 90 y con representación de reconocidos artistas como Cristina Iglesias, Adolfo Schlosser, Eva Lootz o Fernando Sinaga, dialogan -estableciéndose entre ellas un juego de «ritmos, analogías y ecos»- con trabajos de June Crespo, Itziar Ocariz, Patricia Dauder o Nuria Fuster, entre otros. Da muestra así de las diferencias entre ambas generaciones, derivadas en gran parte por la llegada de las tecnologías digitales, «que lo han afectado todo, cuando no ha resultado un cataclismo».

Acumulación de historias

En total, son 83 piezas de más de 30 artistas las que dan vida a «Una dimensión ulterior», cuya intención también es rehuir de contar «una historia canónica de la escultura», ya que a juicio de Hontoria «vivimos un tiempo en el cual no hay discursos sólidos». «No se trata de una antología donde imponemos nuestra palabra, ni un gran relato. Se trata de acumulaciones de historias que se cuentan a través de múltiples minorías».

Cinco ejes, uno por sala, articulan los diferentes diálogos con la intención de que el público también construya sus propias relaciones entre los artistas. Así, el primero de los espacios , «Extrañamiento de lo propio» se articula en torno a «Utensilio», una pieza de grandes dimensiones de Jorge Barbi. A ella se suman obras de Christian García Bello, Jacobo Castellano, Diego Delas o Fernando García, estas últimas realizadas en materiales humildes con la intención de plasmar la relación de los creadores con «lo vernáculo», sus raíces.

«La voz de la materia» (sala 4) se detiene en piezas con las que artistas como Eva Lootz en los 90 o Juan López en la actualidad dan una forma física, a veces rotunda, al lenguaje. El mundo sensible de otro grande de los noventa, Pepe Espaliú, marca el inicio de la Sala 5, «Torsión del cuerpo y del lenguaje», en la que también se relacionan obras de Adolfo Schlosser , uno de los creadores destacados de la Colección, con otras de Carlos Grijalba, con la naturaleza como protagonista. Ya en la planta superior del museo, la sala 6, «Un problema de forma (y de fondo)» enfrenta las sólidas formas de Susana Solano, Cristina Iglesias o Fernando Sinaga a la ductilidad de trabajos como los de Nuria Fuster , mientras que las nuevas tecnologías y cómo desde el medio escultórico se ha trabajado el concepto de repetición cobran protagonismo en la sala 7 de la mano de piezas como un vídeo de Jaume Pitarch jugando con la tensión entre imagen, tiempo y espacio, y una instalación sonora de Itziar Okariz.

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