Antonio Piedra - No somos nadie

De Herodes a Pilatos

«Llevamos tres días rememorando las gestas de un criminal como Pedro Luis Gallego, indultado por la justicia europea y protegido hasta la náusea por las políticas españolas

Gracias a la corrupción de los políticos, que hacen y quitan leyes con la facilidad odiosa que denunciaban los clásicos -«a Deo rex, a rege lex», al rey le pone Dios y la ley la impone el rey-, llevamos 3 días en Castilla y León rememorando las gestas de un criminal como Pedro Luis Gallego , indultado por la justicia europea y protegido hasta la náusea por las políticas españolas. No hace nada, el violador del ascensor fue condenado a cientos de años por asesinar a dos jóvenes de Castilla y León -a la vallisoletana Leticia Lebrato y a la burgalesa Marta Obregón -, y por violar a un montón de mujeres.

Todo un record de salvajadas juntas que retratan a la justicia, a la política, y a la condición humana. A la justicia porque es alimentada por una política que hace las veces de Dios a todos los efectos; a la política porque en su degradante absolutismo lo que no prohíbe lo reglamenta para que sea de obligatorio cumplimiento; y a la condición humana porque, rebajadas sus exigencias con tinto de verano -y esto acabamos de verlo en la reciente moción de censura donde un macho alfa ha sembrado de espermatozoides los medios-, ya no entiende qué es una verdad o una mentira a no ser que le griten, y entonces ya todo parece igual, que es de lo que se trata.

Así que Pedro Luis Gallego, ha vuelto a las andadas. Como no es tonto, sabe por experiencia que la justicia es como la política: un trasiego «de Herodes a Pilatos, de arrendadores a puertas», que describe Quevedo en uno de sus entremeses. Nuestra sorpresa de ciudadanos engañados hasta en la representación de la vida es sueño, ha sufrido un golpe morrocotudo. Resulta que, y sólo como resultado de una filtración, nos hemos interesado que el trabajador del ascensor ha elevado su exigencia estética. Ahora es el «violador de la Paz ». Y es que la cárcel le ha vuelto exquisito, lo ha convertido en jardinero a punta de pistola que asalta en Madrid a las mujeres y se las lleva intactas a Segovia para ejercer eso que llaman en las cárceles democráticas control de natalidad incurable y compulsivo.

El escándalo es tan mayúsculo, aberrante, y tan propio de hipócritas en ejercicio dentro de un sistema tan corrupto como corruptor, que me recuerda a Jean Paul Sartre cuando por la noche discutía con nosotros en un boulevard de Saint Michel sobre las bondades de la democracia, y por la mañana -oh milagro de la transustanciación- leíamos en sus artículos de prensa que el pavo era más soviético que un plan quinquenal. Lo mandamos a paseo. Hagamos aquí lo mismo. Algunos pretenden que al violador del ascensor, ya príncipe de la Paz, lo veamos como una especie de consolación donde las víctimas estorban y son más culpables que nunca. Pues no señor, que se pudra en el cárcel con estos políticos que suponen un peligro para la libertad y una vergüenza para las víctimas.

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