Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos
Tú, yo y el coronavirus
«Este pánico es el efecto de la sociedad bipolar en la que nos hemos convertido»
El mundo entra en pánico y tú y yo sin mascarilla. Me dices que no me preocupe, «que es más fácil que nos caiga un ladrillo en la cabeza y nos deje secos a los dos» y yo te creo porque para eso eres médico. Entre tanto le he estrechado la mano a demasiada gente esta semana, he ido a espacios públicos concurridos, he tosido, han tosido a mi lado y sigo vivo. Ceno con gente que habla del coronavirus como si fuera el principal problema que tiene Castilla y León. Políticos que lo abordan preocupadísimos en los corrillos, como si lo que hubiera diezmado la población en las últimas décadas hubiese sido esto y no la despoblación, que es una cepa para la que no existe cura.
La ciudad es exactamente la misma con la alarma del coronavirus que antes del pangolín. Mientras se descartan casos de contagio en puticlubs, se muere la gente de otras cosas. De soledad endémica, por ejemplo. Y se mueren los locales emblemáticos. Sin el «Penicilino» habremos perdido la primavera que se conquistaba cada tarde en su terraza. Allí la gente todavía iba sin mascarillas y se olvidaban de los dramas. Juan y yo montamos una generación literaria entera en una de sus mesas y ya no quedará ni el velador, ni nuestra esperanza de que pongan algún día una placa ahora que él es un poeta laureado por los premios y a mí me reconoció el otro día una vecina en el ascensor. «Tú eres... el del 9°». Allí hablábamos de la vida y de la muerte, porque este pánico al coronavirus es el efecto de la sociedad bipolar en la que nos hemos convertido. Incapaces de abordar la muerte, de hablarle a nuestros hijos de la pérdida. Nuevas generaciones que cada vez saben gestionar menos sus emociones y el futuro, por eso al Estado cada vez le vamos encomendando más competencias. En concreto todo aquello que nos sentimos incapaces de afrontar o nos incomoda, como el final de la vida. Ya mejor que lo decidan Carmen Calvo y Pablo Iglesias. George Orwell estaría fascinado viendo gente por la calle con máscaras de bucear de las del «Decathlon» a falta de mascarillas en las farmacias.